Un poco de historia para retomar el camino
Estamos en la segunda mitad de los 1970's. El Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte está pasando por una crisis económica que dará como resultado la llegada al poder de Margaret Tatcher mientras la reina Isabel es meramente una figura ornamental (que ni de ornamento sirve, pues es vieja y fea como sólo ella), iniciándose así una de las peores épocas de la historia contémporanea de la Europa anglosajona. Las calles apestan a revueltas, y esto se vería indudablemente reflejado en la música.
Casualmente, en Estados Unidos, ha surgido una nueva modita llamada punk rock. La premisa es que cualquier pobre diablo se convierta en rockstar tocando como dios le dé a entender. Finalmente, después de veinte años de rock and roll, éste había dejado de ser solamente un arte para convertirse además en una industria multimillonaria. De este modo, la música punk hace felices a todos: permite que gente sin talento ni un mensaje particular que expresar pueda ser famoso y vivir sus sueños de gloria, mientras los empresarios expanden sus billeteras y chequeras vendiendo este nuevo "arte", en un tiempo en el que con el auge del rock progresivo, el cual exige cualidades extraordinarias por parte de sus ejecutantes, se había convertido al rock en una música elitista y hasta discriminatoria.
Música para pobres diablos y gente común. Que las clases bajas tuvieran acceso al rock encajaba perfecto en las necesidades de los jóvenes ingleses del momento, por lo que la isla británica fue un perfecyo nicho de punks. La diferencia es que los pobres diablos de Inglaterra sí tenían algo que expresar. De allí que artistas como The Buzzcocks, The Damned y the Sex Pistols encontraran el éxito inmediato.
Es en este contexto que surge The Clash, proyecto iniciado por el guitarrista y cantante Mick Jones en 1975, bajo el nombre de London SS. En un intento por expandir su grupo, organizó audiciones para conseguir un nuevo vocalista; entre quienes atendieron la audición se encontraban Paul Simonon y Terry Chimes quienes fueron rechazados, sin embargo mantuvieron contacto con el grupo como amigos.
En 1976 London SS se separó, pero Jones continuó probando suerte por su parte. Tuvo la fortuna de ser manejado por Bernie Rhodes, amigo y colaborador de Malcolm McLaren, representante de los Sex Pistols, lo cual le daría las suficientes palancas para ascender en la escena subterránea inglesa. Una vez que los Sex Pistols despuntaron, Rhodes supo que Jones y su grupo podían hacerla ahora que el punk rock se había consagrado. London SS se reintegró incorporando a Simonon en el bajo y a Chimes en la bateria. La nueva alineacion continuó su búsqueda por un vocalista y fue John Graham Mellor, apodado Joe Strummer por su forma de tocar la guitarra, quien sería seleccionado para el puesto. Strummer sugirió cambiar el nombre de la banda por el de The Clash, que sonaba más subversivo.
A partir de aquí, su historia sería como la de cualquier otra banda de rock: tocar, en bares de mala muerte, participar en concursos y audiciones, hacerse de un prestigio local, etc. Fueron teloneros de los Pistols en diciembre de 1976. Actuaban con tal intensidad que no importaba el lugar, ellos tocaban fuera donde fuera. Finalmente fueron contratados por la CBS, aunque en pésimas condiciones. En este contexto grabaron su primer disco, que les abrió las puertas por todo el país. A lo largo de su trayectoria cambiarían de baterista una y otra vez, siendo Nicky "Topper" Headon quien estuvo en turno a la hora de grabar London Calling.
Muerte o Koka Kola
¿Ya se sienten un poquito más punk? Entonces es hora de continuar. El segundo disco (o "lado 3") de London Calling abre con Wrong' em Boyo, canción original del grupo jamaiquino The Rulers. Ésta comienza como swing (podemos oler en la introducción las aguas pantanosas de New Orleans) pero desmeboca en un riquísimo ska cuya melodía siempre me ha sonado muy parecida a Vasos Vacíos de los Fabulosos Cadillacs (¿plagio in-voluntario?). La letra hace referencia a la leyenda americana de Stagger Lee Shelton y Billy Lyons, pero invirtiendo los papeles de los protagonistas originales.
Le sigue Death or Glory, que bien pudo haberse convertido en himno generacional sobre la transición de la adolescencia a la vida adulta y las responsabilidades que conlleva (casi podría ser mi canción personal en este momento de mi vida... sniff), basada en las vivencias propias de Joe. Desconozco qué impidió que esta canción fuera una de las más famosas de su época, si lo tenía todo: un coro sencillo y pegajoso que reza un poderoso slogan ("Death or Glory becomes just another story"), una melodía atractiva y un sonido duro y lleno de rebeldía. Por eso llego yo a reivindicar la rola (ya saben, me encanta abogar por causas perdidas):
(OK, ya sé qué impidió que esta canción fuera el himno de su época: Queen y su "We Will Rock You", también de 1979)
Damos paso a Koka Kola, una acelerada canción que se presta para hacer slam a toda velocidad (apenas dura 1 minuto y 45 segundos). Debo admitir que me tomó años aceptar esta canción, y por mucho tiempo la consideré la única canción mala de London Calling, pero eventualmente terminó siendo parte de mí gracias a su ácida crítica sobre el mundo de los estirados empresarios y el papel que las drogas juegan en sus vidas.
El tercer cuarto termina con The Card Cheat, en una dramática interpretación que adquiere tintes épicos debido al arreglo musical que forma una pared de sonido al estilo de Phil Spector. La voz de Joe Strummer se quiebra, podríamos jurar que poco le falta para terminar en llanto, mientras pesados instrumentos de metal enfatizan la tragedia de la historia narrada por Strummer sobre un hombre que al no tener nada que perder, arriesga lo único que le queda: su vida... y pierde. El estilo grandilocuente que aquí impera sería premonitorio de lo que el grupo haría en su próxima obra, Sandinista!, y sin embargo, no se sale del contexto de London Calling.
Y al final...
El último acto inicia de la manera que uno menos se lo esperaría: con una balada. Lovers' Rock es un caso muy curioso para aquellos a quienes les gusta el erotismo. En lugar de enfocarse en el romanticismo sentimentaloide que ya de memoria nos sabemos, la canción va sobre el coito y la búsqueda del placer a través del sexo oral, pero aunque lo menciona con una referencia bastante explícita, lo hace siempre de una manera tan tierna que conmueve, enfatizando que a pesar de ser un acto físico, también juega un papel importante en la relación amorosa, de ahí la frase del título: "Debes tratar bien a tu chica para hacer que los amantes se estremezcan" (lo escribí en español porque "rock" no sólo es un género musical, significa también "estremecer", de modo que el título de la canción no es "El Rock de los Amantes" como muchos han de haberlo traducido).
Claro, los críticos la acusan de ser la peor canción del álbum argumentando que Jones y Strummer no supieron escribir una canción romántica, pero ésas son visiones cerradas. Junto con The Card Cheat, mi canción favorita del álbum (tenerlas juntas lo convierte en el momento cumbre en mi opinión personal; si pudiera, haría el amor con ellas).
Después de un momento así, lamentablemente, las expectativas pueden llegar a ser muy altas y tal vez no sean satisfechas. Four Horsemen y I'm not Down son excelentes rocanroles, pero nada más. Quizá la mayor distinción de I'm not Down sea su sonido sesentero que nos recuerda mucho a lo que hacían The Who y The Kinks en sus inicios.
La última canción ajena es Revolution Rock, un pacheco viaje de casi seis minutos. Definitivamente a estos sujetos les gustaba el reggae. Una curiosa canción sobre romance, baile y revolución en plan de cotorreo; se siente una vibra de relajo por todo el track, como si lo hubieran grabado jugando o a la mitad de una borrachera. Todo un alucine para subirnos los ánimos. Díganselo a sus padres, que todo va a estar bien.
Una de las canciones más famosas de estos londinenses es sin duda con la que London Calling cierra de manera por demás espléndida. Me refiero a Train in Vain. Comúnmente se le considera un hidden track dado que en las ediciones originales del álbum no se le nombraba, ni se incluía su letra en la hoja que venía dentro de la funda; se suele decir que se mantuvo oculta por vergüenza debido a su sonido popero. Lo cierto es que simplemente la canción se había planeado para ser lanzada en un EP que regalaría la revista británica NME, pero el EP fue cancelado y lejos de sentir vergüenza por ella, a The Clash le gustaba demasiado para ser archivada, por lo que fue incluida en London Calling de último minuto, y para entonces el álbum ya se había mandado a imprimir.
Con todo y sus discretos sintetizadores y su ritmo casi bailable, Train in Vain es una joya que igualmente mama del blues (nótese la alusión al clásico "Love in Vain" de Robert Johnson en el título, así como la armónica que pasea por aquí y por allá durante la pieza). Mick Jones nos regala un amargo reclamo dedicado a los amantes que nos hacen promesas infundadas que se rompen a la primera oportunidad, que sí te amo pero luego mejor ya no ("You tell me something I dind't undersatnd/You said you loved me and that's the fact/But then you left me, said you felt trapped"), envuelto en una melodía alegre, que me recuerda personalmente a "Tangled Up in Blue" de Dylan (una historia trágica en la letra con música alegre de fondo; por cierto que durante las sesiones del disco, The Clash grabó un cover de The Man in Me, una hermosa pieza dylaniana poco conocida, pero de las favoritas de quien esto escribe). No pudo haber mejor elección para poner fin a una obra clásica de la música contemporánea.
Se oiga por donde se le oiga, London Calling es un trabajo variado y variante, que nos sorprende cada vez que el reproductor deja salir sus rebeldes sonidos. El más grande legado que un grupo de punketos nos pudo haber dejado. Ése era 1979, cuando la música aún tenía sorpresas guardadas para nosotros.
Casualmente, en Estados Unidos, ha surgido una nueva modita llamada punk rock. La premisa es que cualquier pobre diablo se convierta en rockstar tocando como dios le dé a entender. Finalmente, después de veinte años de rock and roll, éste había dejado de ser solamente un arte para convertirse además en una industria multimillonaria. De este modo, la música punk hace felices a todos: permite que gente sin talento ni un mensaje particular que expresar pueda ser famoso y vivir sus sueños de gloria, mientras los empresarios expanden sus billeteras y chequeras vendiendo este nuevo "arte", en un tiempo en el que con el auge del rock progresivo, el cual exige cualidades extraordinarias por parte de sus ejecutantes, se había convertido al rock en una música elitista y hasta discriminatoria.
Música para pobres diablos y gente común. Que las clases bajas tuvieran acceso al rock encajaba perfecto en las necesidades de los jóvenes ingleses del momento, por lo que la isla británica fue un perfecyo nicho de punks. La diferencia es que los pobres diablos de Inglaterra sí tenían algo que expresar. De allí que artistas como The Buzzcocks, The Damned y the Sex Pistols encontraran el éxito inmediato.
Es en este contexto que surge The Clash, proyecto iniciado por el guitarrista y cantante Mick Jones en 1975, bajo el nombre de London SS. En un intento por expandir su grupo, organizó audiciones para conseguir un nuevo vocalista; entre quienes atendieron la audición se encontraban Paul Simonon y Terry Chimes quienes fueron rechazados, sin embargo mantuvieron contacto con el grupo como amigos.
En 1976 London SS se separó, pero Jones continuó probando suerte por su parte. Tuvo la fortuna de ser manejado por Bernie Rhodes, amigo y colaborador de Malcolm McLaren, representante de los Sex Pistols, lo cual le daría las suficientes palancas para ascender en la escena subterránea inglesa. Una vez que los Sex Pistols despuntaron, Rhodes supo que Jones y su grupo podían hacerla ahora que el punk rock se había consagrado. London SS se reintegró incorporando a Simonon en el bajo y a Chimes en la bateria. La nueva alineacion continuó su búsqueda por un vocalista y fue John Graham Mellor, apodado Joe Strummer por su forma de tocar la guitarra, quien sería seleccionado para el puesto. Strummer sugirió cambiar el nombre de la banda por el de The Clash, que sonaba más subversivo.
A partir de aquí, su historia sería como la de cualquier otra banda de rock: tocar, en bares de mala muerte, participar en concursos y audiciones, hacerse de un prestigio local, etc. Fueron teloneros de los Pistols en diciembre de 1976. Actuaban con tal intensidad que no importaba el lugar, ellos tocaban fuera donde fuera. Finalmente fueron contratados por la CBS, aunque en pésimas condiciones. En este contexto grabaron su primer disco, que les abrió las puertas por todo el país. A lo largo de su trayectoria cambiarían de baterista una y otra vez, siendo Nicky "Topper" Headon quien estuvo en turno a la hora de grabar London Calling.
Muerte o Koka Kola
¿Ya se sienten un poquito más punk? Entonces es hora de continuar. El segundo disco (o "lado 3") de London Calling abre con Wrong' em Boyo, canción original del grupo jamaiquino The Rulers. Ésta comienza como swing (podemos oler en la introducción las aguas pantanosas de New Orleans) pero desmeboca en un riquísimo ska cuya melodía siempre me ha sonado muy parecida a Vasos Vacíos de los Fabulosos Cadillacs (¿plagio in-voluntario?). La letra hace referencia a la leyenda americana de Stagger Lee Shelton y Billy Lyons, pero invirtiendo los papeles de los protagonistas originales.
Le sigue Death or Glory, que bien pudo haberse convertido en himno generacional sobre la transición de la adolescencia a la vida adulta y las responsabilidades que conlleva (casi podría ser mi canción personal en este momento de mi vida... sniff), basada en las vivencias propias de Joe. Desconozco qué impidió que esta canción fuera una de las más famosas de su época, si lo tenía todo: un coro sencillo y pegajoso que reza un poderoso slogan ("Death or Glory becomes just another story"), una melodía atractiva y un sonido duro y lleno de rebeldía. Por eso llego yo a reivindicar la rola (ya saben, me encanta abogar por causas perdidas):
(OK, ya sé qué impidió que esta canción fuera el himno de su época: Queen y su "We Will Rock You", también de 1979)
Damos paso a Koka Kola, una acelerada canción que se presta para hacer slam a toda velocidad (apenas dura 1 minuto y 45 segundos). Debo admitir que me tomó años aceptar esta canción, y por mucho tiempo la consideré la única canción mala de London Calling, pero eventualmente terminó siendo parte de mí gracias a su ácida crítica sobre el mundo de los estirados empresarios y el papel que las drogas juegan en sus vidas.
El tercer cuarto termina con The Card Cheat, en una dramática interpretación que adquiere tintes épicos debido al arreglo musical que forma una pared de sonido al estilo de Phil Spector. La voz de Joe Strummer se quiebra, podríamos jurar que poco le falta para terminar en llanto, mientras pesados instrumentos de metal enfatizan la tragedia de la historia narrada por Strummer sobre un hombre que al no tener nada que perder, arriesga lo único que le queda: su vida... y pierde. El estilo grandilocuente que aquí impera sería premonitorio de lo que el grupo haría en su próxima obra, Sandinista!, y sin embargo, no se sale del contexto de London Calling.
Y al final...
El último acto inicia de la manera que uno menos se lo esperaría: con una balada. Lovers' Rock es un caso muy curioso para aquellos a quienes les gusta el erotismo. En lugar de enfocarse en el romanticismo sentimentaloide que ya de memoria nos sabemos, la canción va sobre el coito y la búsqueda del placer a través del sexo oral, pero aunque lo menciona con una referencia bastante explícita, lo hace siempre de una manera tan tierna que conmueve, enfatizando que a pesar de ser un acto físico, también juega un papel importante en la relación amorosa, de ahí la frase del título: "Debes tratar bien a tu chica para hacer que los amantes se estremezcan" (lo escribí en español porque "rock" no sólo es un género musical, significa también "estremecer", de modo que el título de la canción no es "El Rock de los Amantes" como muchos han de haberlo traducido).
Claro, los críticos la acusan de ser la peor canción del álbum argumentando que Jones y Strummer no supieron escribir una canción romántica, pero ésas son visiones cerradas. Junto con The Card Cheat, mi canción favorita del álbum (tenerlas juntas lo convierte en el momento cumbre en mi opinión personal; si pudiera, haría el amor con ellas).
Después de un momento así, lamentablemente, las expectativas pueden llegar a ser muy altas y tal vez no sean satisfechas. Four Horsemen y I'm not Down son excelentes rocanroles, pero nada más. Quizá la mayor distinción de I'm not Down sea su sonido sesentero que nos recuerda mucho a lo que hacían The Who y The Kinks en sus inicios.
La última canción ajena es Revolution Rock, un pacheco viaje de casi seis minutos. Definitivamente a estos sujetos les gustaba el reggae. Una curiosa canción sobre romance, baile y revolución en plan de cotorreo; se siente una vibra de relajo por todo el track, como si lo hubieran grabado jugando o a la mitad de una borrachera. Todo un alucine para subirnos los ánimos. Díganselo a sus padres, que todo va a estar bien.
Una de las canciones más famosas de estos londinenses es sin duda con la que London Calling cierra de manera por demás espléndida. Me refiero a Train in Vain. Comúnmente se le considera un hidden track dado que en las ediciones originales del álbum no se le nombraba, ni se incluía su letra en la hoja que venía dentro de la funda; se suele decir que se mantuvo oculta por vergüenza debido a su sonido popero. Lo cierto es que simplemente la canción se había planeado para ser lanzada en un EP que regalaría la revista británica NME, pero el EP fue cancelado y lejos de sentir vergüenza por ella, a The Clash le gustaba demasiado para ser archivada, por lo que fue incluida en London Calling de último minuto, y para entonces el álbum ya se había mandado a imprimir.
Con todo y sus discretos sintetizadores y su ritmo casi bailable, Train in Vain es una joya que igualmente mama del blues (nótese la alusión al clásico "Love in Vain" de Robert Johnson en el título, así como la armónica que pasea por aquí y por allá durante la pieza). Mick Jones nos regala un amargo reclamo dedicado a los amantes que nos hacen promesas infundadas que se rompen a la primera oportunidad, que sí te amo pero luego mejor ya no ("You tell me something I dind't undersatnd/You said you loved me and that's the fact/But then you left me, said you felt trapped"), envuelto en una melodía alegre, que me recuerda personalmente a "Tangled Up in Blue" de Dylan (una historia trágica en la letra con música alegre de fondo; por cierto que durante las sesiones del disco, The Clash grabó un cover de The Man in Me, una hermosa pieza dylaniana poco conocida, pero de las favoritas de quien esto escribe). No pudo haber mejor elección para poner fin a una obra clásica de la música contemporánea.
Se oiga por donde se le oiga, London Calling es un trabajo variado y variante, que nos sorprende cada vez que el reproductor deja salir sus rebeldes sonidos. El más grande legado que un grupo de punketos nos pudo haber dejado. Ése era 1979, cuando la música aún tenía sorpresas guardadas para nosotros.
3 comentarios:
Me encanta Card Cheat :D Aunque nunca me he preocupado por enterarme de la letra.
jajaja lo de la reina estuvo genial!!!
No cabe duda de que hay verdaderas joyitas en la música de The Clash... yo que no era muy fan ahorita ya estoy bien picada oyendo las rolas!!!
Lástima que ya no existan grupos así...que revolucionen las cosas... necesitamos a otros grupos como los de antaño, para demostrar que esta maldita generación todavía tiene algo que dar!!!
y mejor ya me voy xq me da coraje y me pongo "sentimetal"
:P
Y yo que creía que nadie conocía The Card Cheat... Por eso eres la onda porta!
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