sábado, 29 de mayo de 2010

Coming Soon (¿o debería decir... Coming Up?)

No necesito decir que los conciertos de Paul McCartney fueron orgásmicos, ¿o sí? Como sea, estoy bastante cansado después de esas dos noches, así que la reseña se las debo para algún día en la semana. Además será colaboración; aqui les dejo un teaser, cortesía de Banana Bros. Productions:



miércoles, 26 de mayo de 2010

And in the end... The tickets you get...

Are equal to the efforts you made...
(Clímax de la historia iniciada aquí y continuada aqui)

No podré dormir esta noche, no podré dormir... Porque mañana es el concierto de Paul McCartney y... ¡sí conseguí boletos!

Ese día, el camino a casa fue tan horrendo y triste que ni siquiera mi Mega Man ZX (el cual dejé en pausa desde la noche anterior) me consoló; por el contrario, estaba yo tan desganado que cada dos minutos cualquier cosita me mataba. Y el ambiente permaneció lúgubre durante algún tiempo.

Hasta que mi amiga Helena me consiguió un par de boletos. En realidad no me los consiguió: ya los tenía pero por alguna razón que a la fecha no me ha revelado, decidió no ir al concierto. De tal suerte que poseía dos boletos disponibles y enterada de mi situación, me los ofreció rápidamente. Y así fue como conseguí mis boletos para mañana... MAÑANA VERÉ A PAUL McCARTNEY!!!! Pero éste no es el fin de la historia.

Los boletos que Helena me consiguió son en la zona General B, a nivel de cancha, pero hasta atrás, donde no veré ni madres. Veré las pantallas y ya, pero eso sí, escucharé de lo lindo (a final de cuentas es en la cancha donde están instalados los controles de sonido y las bocinas principales), y para mi suerte, el simple hecho de estar ahí era ya más que suficiente, asi que no había quejas... sólo ambición, ambición...

Cuando se anunció la segunda fecha (para el viernes), estuve convencido de que debía estar ahí. Salvo Radiohead en 2009 (al que de entrada ni siquiera pensaba asistir), todos los artistas que han dado más de un concierto por gira en México, yo he estado ahí en todas las presentaciones, y McCartney, uno de los líderes de mi grupo favorito no sería la excepción.

Mi papá estaba conforme con ir una vez a ver a Paul y la situación económica no estaba como para derrochar otros $2000 por cabeza; además el mismo día de la venta (el 7 de mayo), él estaría de viaje celebrando su cumpleaños (acaecido el día 4), por lo que invertiría todo su dinero en tal paseo, dejándome morir solo, para el segundo toquín.

Pero oh, santas coincidencias. Alguien más (y alguien a quien todos los que leen este blog habrán ya de conocer tan bien que ni necesito decir de quién hablo... ¡pena mil!) estaba en la misma situación que yo: su padre no pagaría un boleto para un concierto más, pero ella estaria allí a como diera lugar, con o sin su progenitor; más que eso, resultó que ambos estábamos interesados en la misma zona del Foro (Verde o Naranja A). Y dicen que la unión hace la fuerza...

En sus marcas, listos, fuera!! Para evitar lo sucedido con la venta de boletos para el primer concierto (aunque tiene un mejor lugar que yo la condenada, tampoco ella obtuvo la zona que originalmente deseaba) los dos nos pusimos a buscar a alguien que tuviera la tarjeta de crédito oficial de Ticketmaster (OK, no oficial en teoría, pero en la práctica neta que los que la poseen tienen un chingo de privilegios... ya saben de cuál tarjeta hablo, ¿verdad?) para tener acceso desde la preventa... con el agregado de que así iriamos juntos y disfrutaríamos más del evento que yendo solos. La alianza se consolidó.

Finalmente, el que consiguió la tarjeta fui yo mismo. Lejos de facilitar las cosas, me eché una cargototototototota a los hombros, porque:
1. La tarjeta no era mía.
2. Aunque Daniela tenía el dinero, no podría disponer de él sino hasta varios dias después de la pre-venta, lo que implicaba que yo tendría que prestarle la cantidad. Y yo no tenía el dinero
3. La persona que me prestó la tarjeta con trabajos sabe lo que es una tarjeta de crédito; en caso de haber algún problema con la cuenta, ella sería tan útil como un abrelatas para arreglar un auto.

Dicho esto, tuve que rogarle a mi papá para que me dejara pedirle el dinero a mi abuelita, así que gracias a ella Daniela irá a ver a Paul. También tuve que comprometerme al pago puntual, porque en caso contrario, respondería yo por la deuda. Y... sí, sí hubo problemas con la tarjeta.

La mañana del 7 de mayo, en pijama todavía, encendí la computadora para accesar a la página de Ticketmaster y pedir mis boletos. Al igual que la venta física, el sistema se iniciaba a las 11 de la mañana, y yo quería estar ahí antes, en caso de que el sistema se saturara.

Cosa que misteriosamente no sucedió: a las 10:58 am ya tenía yo un par de hermosos boletos (y digo hermosos porque eran en la primera fila de la primera sección) en la zona Verde A (o sea, los primeritos en las gradas, lo más cerca al escenario sin contar los carísimos boletos Platino Plus, que son en cancha). Sólo había que introducir los datos de la tarjeta para realizar la compra y...

!!!!!!!!!!!!!!!!!

¡Chingadazo a la vista! Contra una pared de ladrillos!!


"Los datos de la tarjeta no son correctos o la tarjeta es inválida"

¡¿Que qué?! ¡Eso no era posible! Yo tenía la tarjeta y el estado de cuenta en mis manos, los datos eran 100% correctos, no había ningún error.

Seguí intentando una y otra vez. Para mi mala fortuna, después de un tiempo (alrededor de 5 minutos), si la compra no se consolida, los boletos se liberan, de modo que inevitablemente perdi los lugares después de varios intentos más. Y aun así, probé con nuevos boletos. Una y otra vez. Sin detenerme hasta casi la 1 de la tarde.

Entretanto, no paré de hablar con el titular de la tarjeta para tratar de averiguar el porqué del fallo, y con Daniela, para informarle de la situación (en retrospectiva, creo que salvo navidad, jamás habíamos intercambiado tantos mensajes de celular, y aquéllas fueron circunstancias muy otras). Entre el "pues los datos están bien" de una y el "sigue insistiendo" de la otra, me estaba volviendo loco.  Si me quedo calvo, es por los nervios de esa mañana. Sin ofender, quise ahorcar a las dos en esos momentos.

Posteriormente se me ocurrió intentarlo por teléfono; tal vez la falla estaba en el sistema de Ticketmaster, o podría al menos pedir asesoría al respecto (o intentar hacerme wey a los vendedores XD). Las líneas estaban como es obvio, ocupadas, mi llamada tardó en entrar como media hora y una vez que lo conseguí, no me atendieron de inmediato; en lugar de eso, me pusieron una grabacion (con agradable música de Coldpay de fondo) que duraba un par de minutos... durante media hora. Amo "Viva la Vida", pero tras haberla escuchado incesantemente en tan desesperante situación (eso sin mencionar lo irónico del título), deseo no volver a saber más de ella en mucho tiempo.

Una vez que fui atendido, pedí un nuevo par de boletos en la zona Verde A, la señorita me dio la ubicación de mis lugares (que seguían siendo excepcionalmente buenos) y... otra vez lo mismo. Tarjeta inválida.

Me explicaron de la manera más atenta que cuando alguien no usa una tarjeta de crédito en mucho tiempo, el banco la congela por inactividad, lo cual me parece una franca idiotez (por no decir una tranza del banco), ya que el simple hecho de que el titular de una tarjeta deposite en su cuenta mes tras mes y puntualmente, la comisión correspondiente, significa que la sigue usando... sin mencionar que al estar pagando por el servicio, tiene derecho a usarlo cuando lo desee. Malo fuera si no pagara su comisión, o si no depositara ahorros, ¿es que sólo reirando dinero (y de ese modo incrementando tu deuda) es la única manera en que se puede usar una cuenta bancaria? Por eso odio los bancos en México.

Ante mi insistencia, la señorita me dijo que podía respetarme mis lugares si yo me comprometía a resolver el asunto con la tarjeta y comunicarme de nuevo en a lo más una hora y media. Di mi palabra y en respuesta, ella me dio su nombre, Jessica Vargas, para que la siguiente ocasión que llamara por unos boletos pidiera que me comunicaran directamente con ella.

Posteriormente, hablé con la persona que me hizo el favor de prestarme la tarjeta, quien me confirmó que no ha retirado dinero en un largo tiempo, pero me demostró que sí ha hecho uso de su cuenta mediante otras maneras, por lo que consideró descartar la opción de la tarjeta bloqueada. Mas ante la apariencia de que ésa era la única causa, decidimos llamar al banco para arreglar la situación. Ella no podría hacerlo sin mí, y yo no podría siquiera intentarlo sin ella, por lo que tuvimos que vernos en persona para trabajar en conjunto.

Y así nada más, sin siquiera bañarme (sacrilegio tratándose de mí), salí corriendo hasta el Centro Histórico en una de las más frenéticas carreras que he corrido. Para empezar, en lugar de cruzar mi pueblo a pie hasta la avenida principal para tomar el transporte, por primera vez en casi cinco años que llevo viviendo quí, tomé un taxi directo a la parada del autobús por las prisas.

Tal esfuerzo aparentemente fue en vano: el tránsito vehicular estaba de muerte y tardé más de una hora en llegar al metro Indios Verdes (en circunstancias normales, no hago más de 40 minutos). El retraso era tal, que resolví bajarme de la combi antes de llegar a la estación y seguir mi camino a pie. Como Forrest Gump corrí, corrí y corrí, sólo que erré en mi camino y entré a Indios Verdes por el lugar equivocado: no sé cómo chingados lo hice, pero terminé en el carril del metrobús de la estación (para quienes no lo sepan, Indios Verdes es la terminal de la Línea 3 del metro y de la Línea 1 del metrobús simultáneamente). Los vigilantes de ahí, al ver a un sujeto corriendo desesperadamente en un lugar prohibido, como es lógico, sospecharon de mí y se lanzaron detrás mío en acelerada persecución. Cuando me dieron alcance, procedieron a llevarme a tirones con el jefe de estación.

-No hice nada malo -me excusé-, sólo llevo prisa por llegar al metro y ni siquiera sé cómo terminé aqui -expliqué.
-No te creo -dijo con frialdad el policía que me tenia del brazo-; a ver, ¿qué te robaste?
-¡NADA! ¡Escúlqueme!

El personal corroboró que en efecto, lo único que yo llevaba era mi celular y diez pesos. Pero mis acciones seguían siendo sospechosas. Expliqué que tuve un problema con una tarjeta de crédito y que por ello me era urgente llegar a domicilio X a ver a fulanito de tal, de ahí mi prisa y mi ansiedad. Me llené de miradas incrédulas, pero conseguí modular mi voz a un nivel adecuado (level up a mis habilidades sociales) para que me creyeran. Sin embargo, no fue suficiente:
-Pudiste causar un accidente.
-Pero no lo causé
-Pero pudiste.
-No sucedió, y mientras no suceda, no hay delito que perseguir, soy inocente.
-Sí lo hay: irrumpiste en zona restringida.
-Fue accidentalmente.

Increíble en servidores de la ley: los convencí y me dejaron ir sin sacarme un solo centavo o continuar amedrentándome (¡segundo triunfo jurídico en mi vida! Yay!). Sólo me gané un regaño a la voz de "Pero ten más cuidado la próxima vez".

Para entonces, el chistecito me había hecho ya perder unos quince minutos y para acabarla de fregar, el policía me exigió que entrara a la estación por donde se debe y me sacó a Avenida Insurgentes para "corregir mi error", haciéndome perder todavía más tiempo.

Ahora, una vez en la entrada adecuada, para entrar a las instalaciones principales, hay que rodear una reja, y como la prisa me invadía y no aprendí mi lección con el incidente del metrobús, me brinqué tal reja. Caí en un charco de mierda diarréica. Mas nadie en la estación quiso solidarizarse y regalarme un poco de agua (asumo que los vendedores esperaban que yo les comprara una botella de agua para beber, pero yo sin dinero...), por lo que tuve que irme el resto del camino con el pantalón manchado. Dicen que pisar mierda trae buena suerte, no sé si en mi caso por no pisarla la consigna no aplicó, o si por tanta mierda en próximas semanas me sacaré la loteria. De una u otra forma, en ese momento yo sólo quería morirme, viajar en el poblado metro oliendo a mierda fue tan agradable como pasearte en una localidad judía con un letro que diga "Heil Hitler!".

Pequeños efectos de la impaciencia.
Y según yo ya había limpiado la porqueria...

La vergüenza pasó cuando salí del metro y corrí hacia el domicilio del titular de la tarjeta; antes que nada me reporté ante la señorita Vargas para informarle que el asunto con el banco ya estaba tratándose.

Me ofrecieron darme una ducha mientras la persona arreglaba su asunto con el banco. Todavía no salía de la regadera cuando, ¡me carga la chingada! Mi celular comenzó a sonar. Y así sin más, tuve que salirme (afortunadamente dejé el teléfono dentro del baño) a contestar. Era Daniela; le informé el estado de la situación. Es cierto, no sólo cargaba sobre mis hombros el peso de mi boleto, sino también el de ella. Más presión para mí, genial.

Pero si algo me caracteriza, es que trabajo mejor bajo presión. Por molesto que sea desvelarme dos noches antes del día de entrega para hacer un trabajo escolar, siempre es así como salen mis mejores proyectos, y ésta no fue la excepción, a esas alturas estaba por rendirme pero aquella llamada telefónica vigorizó mi compromiso: iré a ver a Paul McCartney el 28 de mayo y en buenos asientos, llueva o truene (cosa curiosa: al escribir esto acaba de sonar un trueno, en este mismo instante).

De vuelta en la sala de estar,  fui informado que en efecto, el banco bloqueó el uso de la tarjeta por su "inactividad", y para reactivarla había que realizar un trámite en la sucursal bancaria. Es decir, personalmente, no vía telefónica. Pasaban de las 4 de la tarde y todos los bancos se hallaban cerrados. Nada podía hacerse ya ese día. Marqué a TM y la señorita Vargas me dijo que con todo gusto guardaría mis boletos para el día siguiente, pero que el sistema se "renueva" cada media noche, por lo que en cuanto dieran las 12, como con la Cencienta, todo se habria ido al carajo ya que automáticamente se borraría el registro de mis boletos. GAME OVER.

No muy lejos de ahí vive mi abuela; fui con ella para que me prestara algo de ropa (ayuda mucho que mis sobrinos pasen mucho tiempo con ella y ocasionalmente dejen ropa allí) y descansar un poco. Le conté mi travesía con lujo de detalle; ella y mi tía permanecieron anonadadas con mi relato, pero ello permitió un rayo de luz. A la mitad de mi narración, llamó por teléfono mi prima Ivette, y en la conversación, mi tía le contó mi historia. Ivette dijo que su esposo posee una tarjeta de ésas que se usan en las preventas de TicketMaster y ofreció comprarme él los boletos.

Pero cuando le dije el costó total, se echó para atrás. Era demasiado dinero y Gerardo (así se llama mi primo) es -naturalmente- bastante quisquilloso cuando se trata de préstamos monetarios; propuso comprarnos boletos en la zona Naranja A, a Daniela y a mí nos pareció razonable y acepté la oferta. Quince minutos después, mientras comía un bien merecido filete de pescado, Ivette llamó de vuelta para decir "Tienes boletos".

OOOOOOOOOHHHHHHH MAIIIIIIIIII GAAAAAAD!!! Tengo boletos!! Tengo boletos! TENGO BOLETOS TENGO BOLETOS TENGO BOLETOS!!

Un par de días después pasé a recogerlos a casa de mi abue y.... taraaán:


UFF!! Vaya travesía. No soy supersticioso, pero tanta mala suerte en un solo día no me la creo, incluso si todo terminó bien. El hecho de que ese día (7 de mayo) haya sido cumpleaños de una persona a la que hice muuuchas jaladas (y lo peor es que ni siquiera me odia por ello, lo cual me hace sentir peor al respecto) me hace sospechar que todo fue venganza kármica... ¿ustedes qué creen?

Entre si son peras o son manzanas, no niego que de no haber sido por todas estas personas no lo hubiera logrado (y no, no es limpieza de karma, sinceramente me siento MUUUUUUUUY AGRADECIDO). Así que esta entrada va dedicada a Helana, a mi papá, a la persona que nos prestó la tarjeta, a la señorita Jessica Vargas de Ticketmaster, a mi abuelita y a mis primos Gerardo e Ivette. ¡Gracias a todos!

lunes, 24 de mayo de 2010

The Magic Number

69: el número perfecto: simétrico, mágico, misterioso... y por supuesto, el nombre de una de las más famosas posiciones sexuales dada su similitud con el mentado numerito. Incluso personalmente, mi número favorito siempre ha sido el 6 (nací en un día 6, en un año terminado en 6) y me ha dado buena suerte un par de ocasiones, mientras que el 9 ha estado presente en eventos desafortunados: opuestos como lados de un espejo, curioso, ¿no?

Pues bien, el día de hoy, 24 de mayo de 2010, Bob Dylan cumple esa mágica edad. A tu salud, maestro!


No hago reseña biográfica porque el resultado sería más largo que la Biblia y no tengo tanto tiempo de vida. Así de cabrón es el buen Bob.

McCartney II: We all stand together

(Capítulo 2 de la saga de McCartney. Aquí puedes leer el Capítulo 1)

Ahora que oficialmente era de día (y digo oficialmente, pues el cielo seguía oscuro gracias al despreciable horario de verano), la parte más difícil, soportar la noche, había pasado. O eso creí yo.

Porque a esas horas, todo el mundo estaba crudo o simplemente desvelado y nadie tenía ya energías para continuar festejando, de modo que las siguientes cinco horas las tendríamos que soportar en un estado mucho más pasivo, y todos sabemos que la inactividad lleva al aburrimiento. En adición, ahora que sólo faltaban unas pocas horas para que la venta se iniciara, me puso mas ansioso. Y lo peor que me puede pasar en la vida es ponerme ansioso por algo. Soy desesperante y desesperado.

Tratando de evadir una situación así, volvi a sacar mi DS para jugar de nuevo. En toda la noche no lo habia apagado y el juego se quedó en donde lo dejé antes de entregarme a la bebida. Sin embargo, mis ojos ya no daban para mucho y me ardían tanto que no soporté más de 5 minutos de juegos. Y eso viniendo de mí ya es bastante decir. 

Sin más por hacer, me senté en mi lugar tratando de dormir. Envié algunos mensajes a mi papá y a mi sis, las únicas personas a quienes aparentemente les interesaba cómo me encontrara yo en ese momento, pero nada más. Con uno en el trabajo y la otra en la escuela, ninguno tuvo realmente la disposición para mantener mi ritmo y tenerme entretenido. Lo siguiente fue tratar de dormir; yo también me encontraba muy cansado después de lo acontecido en la noche, pero tampoco lo conseguí. Pasé sentado en el suelo al rededor de una hora tratando de unirme a Morfeo, pero todo intento fue futil. El sol salió y toda esperanza de dormir murió con el primer rayo de luz.

Así las cosas, no me quedó de otra que activar el modo de emergencia, también llamado modo hiperactivo.

Fue así como pasé toda la mañana caminando de aquí para allá, como un zombie sin rumbo. Ocasionalmente visitaba a mis ex-compañeros de parranda, quienes a lo sumo emitían gruñidos antes de volver a su estado de semivigilia. Entonces volvía a mi lugar en la fila y el ánimo de la gente de ahí no distaba mucho de la de los otros. Terminé caminando en círculos por la calle, del Palacio de los Deportes al metro y viceversa. Una y otra vez.

A las 8 pude relajarme un poco cuando alguien sacó un radio y sintonizamos El Club de los Beatles en Universal Stereo. El locutor Manuel Guerrero habló con emoción sobre la venta al público que en unas horas se iniciaría, y deseó suerte a los radioescuchas cuando comenzaran la caza por el preciado tesoro.

-Nosotros ya estamos aquí, no necesitamos suerte -se jactó alguien-, tendremos un buen boleto.

Todos sonreímos.

Acompañé el programa con una torta de tamal y un atole (a pesar del sol, esa particular mañana estaba muy fría) y con la boca ocupada, la ansiedad disminuyó un poco.

Las 9 de la mañana. El programa terminó y nos encontrábamos a sólo dos horas de que las taquillas iniciaran labores. Aquélla fue la espera más larga que recuerdo desde que en septiembre pasado estuve contando los días para que me trajeran mi DS que compré en ebay.

Por el lugar que teníamos en la fila, calculamos que a lo mucho en media hora tendríamos nuestros boletos.

Finalmente, luego de que casi me arranco los pocos cabellos que me quedan, dieron las 11 de la mañana. Fue como si el sol saliera por primera vez: las desganadas caras se iluminaron y toda expresión de cansancio fue reemplazada por una sonrisa cálida como esa mañana de abril. Las taquillas abrieron sus puesrtas y... en sus marcas, listos, ¡FUERA!

¡Momento! Apenas comenzó la venta, una bola de sujetos que jamás se habían formado pero que llevaban algún rato observando, se amontonaron al inicio de la fila y a punta de empujones, consiguieron meterse y ser los primeros en tener acceso a los boletos. Los sujetos entraron, compraron sus boletos y respondieron a nuestras mentadas de madre con pifias miradas. Después de tanta espera, para algunos pareciera que el destino conspiraba para que no consiguiéramos las preciadas entradas; para otros por el contrario, después de haber esperado una noche, aguardar los cinco minutos extra que esos tipos nos hicieron perder, era cosa de nada.

Salvo que ante un evento de esta magnitud, los boletos seguramente se estarían vendiendo como pan caliente en los otros medios (por teléfono e internet; no hubo venta disponible en tiendas y centros Ticketmaster) y cada boleto contaba; cada instante perdido era una oportunidad menos para tener el asiento ideal. La tensión volvió al ambiente cuando la fila comenzó a alentarse misteriosamente.

Algunos minutos más tarde, no serían más de las 11 y media, una voz salió de los altoparlantes del Palacio:
-Les informamos que los boletos para Paul McCartney se han agotado. Repito: ya no hay boletos para Paul McCartney.

NNNNNNNNNNNNNNNNNNNOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!

¿QUÉ? ¡O sea cómo?!

¡No es posible! Los boletos nunca se acaban en menos de media hora; mucho menos con los centros Ticketmaster cerrados. Nel, algo estaba mal. Los gritos no se hicieron esperar. Hubo reclamos, hubo insultos, hubo incertidumbre. Mucha incertidumbre. "Es una broma", decían algunos, "lo dicen para que nos calmemos y nos organicemos mejor".

No, no era ninguna broma. Pasaban ya de las 12 y la venta no se reiniciaba, definitivamente hablaron en serio desde la primera vez. Ya no había boletos, y si los había, ya no estaban en venta. Extraño misterio de la vida.

Pero por supuesto que no tardó en salir el peine: a lo lejos, se escuchó que alguien en la calle comenzó a decir, casi tímidamente:

-¡Lleve sus boletos para Paul McCartney, aquí hay boletos para Paul!

¡Hijos de la chingada! ¡Revendedores! Ahora todo había quedado claro: los diez-veinte señores que se metieron en la fila eran revendedores y ellos se llevaron todo. ¡¿Cómo era posible semejante barbaridad?! Que entre tan pocas personas se llevaran miles de boletos... era simplemente absurdo. Específicamente se nos había dicho al inicio de la venta que no se podría uno llevar más de 5 boletos por persona y la venta estaba limitada a que nadie podía comprar boletos en distintas zonas (es decir, todos los boletos que compraras debían ser juntos), era aparentemente obvio que los vendedores habían implementado estas medidas precisamente para evitar la reventa... pero después salen con que no puedes comprar 6 boletos, pero sí 600. En pocas palabras, el chiste no fue impedir la preventa, sino impedir la preventa informal y dejar que los profesionales de esta sucia actividad hicieran su negociito. Y vaya que lo hicieron. Por mí que se vayan al carajo.

Consignas de "¡Reventa! ¡Reventa!", "¡Revendedores amafiados!" e "hijos de la chingada!" no se hicieron esperar. Estuvimos esperando ahí TODA LA NOCHE, en el frio, a la interperie, borrachos, ¿y todo para qué? ¡Para ver como esos imbéciles se acabaron todo en media hora! No se vale, me cae que no se vale.

Confusión e incertidumbre reinaban en el Palacio de los Deportes, pues muchos (su servilleta entre ellos) creíamos que todo era una broma, que en un rato las cosas volverían a la normalidad y en cosa de un ratito saldríamos con nuestro boletito en mano. Pero nel, ni madres.

La gente comenzó a irse y poco a poco la fila que le daba la vuelta a la manzana quedó convertida en una pequeña línea, no más larga que la que yo había contrado en la noche. El panorama era desolador y con el calor del mediodía, decir que lucía como un desierto es más que una metáfora, un preciso retrato de cómo lucía el panorama.

Pasamos un buen rato repitiendo identica cantaleta, nuestras quejas y reclamos a los policías, así como nuestra conversación interna, eran siempre la misma monserga. No veo cómo es que no terminamos hartos de nosotros mismos. Con decir que hasta yo me estoy aburriendo ya de escribir esto...

El caso es que la desesperanza se convirtió en la nota principal de una canción de protesta cuando el contexto lo permitió: después de algún rato, un sujeto, con toda la calma del mundo, se acercó a uno de los policías en el acceso a las taquillas (que ya estaba bloqueado) y le susurró algo al oído; el gendarme asintió y caminó hasta desaparacer; volvería unos instantes más tarde con un fajo de boletos (yo calculo haber visto por lo menos cinco decenas) y se los extendió con la naturalidad de un saludo entre camaradas.

-¡Mírenlo! -señaló una chica que a lo mucho recien alcanzó la mayoría de edad- ¡Ese hijo de la chingada tiene boletos! ¡Policías corruptos!, ¿no que ya no había boletos?

En ese momento la multitud que quedaba se dividió. Unos salieron tras el cerdo y al darle alcance le suministraron unos bien merecidos putazos, pero el muy cabrón no soltó los boletos y se dio a la fuga; el resto nos amontonamos en torno a los policias reclamando su descaro por hacer eso en nuestras propias narices.

Ante tal situación, sólo hubo un remedio: ¡REBELIOOOÓN! La gente se organizó y una manifestación fue planeada. El objetivo era tomar Avenida Churubusco y bloquear el acceso vehicular hasta que se reabriera la venta (cancelando los boletos de los hijosdeputa, supongo) o que se nos permitiera expresar nuestra queja al presidente de OCESA. ¡Al presidente de Ocesa, háganme el favor! Eso sí que es ser optimista. Caramba, ellos debieron haber estado rpesentes en el fraude de 2006: habrían pedido hablar con el presidente del IFE y hubieran solucionado ellos solitos el fraude que puso en el poder al espurio. Sí, claro, ajá, power to the people...

Un puñado de gente realista permaneció apática en la "fila" de boletos, que en realidad ya era una mancha de gente arremolinada en torno a los policías. Giovanni y sus amigos me contaron que semanas atrás, cuando se vendieron los boletos para Metallica, todos se terminaron en un rato, pero que después de un par de horas, sin decir agua va, abrieron una nueva fecha el mismo día, permitiendo que todos los que estaban formados alcanzaran boletos, y juraron que harían lo mismo esta vez:
-Quédate otro rato -me decía-, vas a ver que en un ratito abren otra fecha y nosotros estamos hasta adelante, seremos los primeros en comprar y tendremos los mejores lugares. Tú aguanta.

Pero nunca sucedió tal milagro; sin importar el discurso de "México es tierra beatle, awebo que habrá un segundo concierto", las cosas jamás cambiaron. Dieron las 3 de la tarde y no se abrió tal fecha (no que yo hubeira creído en su promesa). Además, de abrir más conciertos, no se venderían ese mismo día tan informalmente. Mucho menos cuando ya no habian más de veinte personas allí.

Sin embargo, algo me forzaba a permanecer en ese campo de hastío. Una fuerza desconocida no me dejaba ir. Hasta que uno de los pocos presentes comenzó a cantar para animarnos. A lo lejos escuché la voz que de manera apagada, cantaba "Hey Jude, don't make it bad... Take a sad song and make it better" como un consuelo resignado que en mí causó el efecto contrario: una lágrima brotó de mi mejilla derecha y en ese mismo segundo supe que era demasiado; me despedí de Hugo y sus amigos, tristísimos también, y les deseé suerte. "Me voy", farfullé y sin escalas, me encaminé al metro para iniciar el retorno a casa. Oficialmente me había rendido. No habría Paul McCartney para mí.

viernes, 21 de mayo de 2010

Good times, bad times



Pac-Man, el primer gran ídolo de los videojuegos, cumple 30 años hoy y Google lo festeja de la mejor forma. Y dicen que los videojuegos son recientes...

Bono tuvo un accidente y fue operado de emergencia; el gran Ronnie James Dio falleció el pasado 16 y ahora podemos quedarnos sin Gustavo Cerati. Esto no puede ser. No puede ser.

Dawn perdió el Grand Festival :(

Mis compañeritos de la secun están orgasmeados de su gran reunión. Y yo sigo sin querer ir.

Hice un nuevo amigo.

Pasadomañana sale a la venta Super Mario Galaxy 2.

Nobody told me there'd be days like these.

jueves, 20 de mayo de 2010

La triste historia de Juan y su reino desagradecido

"¡Por fin, una película que hace justicia a Juan Sin Tierra!"

Eso pensé durante toda la proyección y hasta dos minutos antes del final de la recién estrenada cinta Robin Hood. Pero entonces en una impredecible vuelta de tuerca, la escena final tiró dicha concepción. Y no fue suavemente: lo hizo a chingadazos. Tanto que en plena sala de cine grité entonces:

-¡No mames, no lo firmó! ¡El muy cabrón no la firmó!

Me refería en ese momento a la Magna Carta.

¿De qué carajos hablo?

El rey Juan Sin Tierra es a Inglaterra lo que el Cardenal Richelieu a Francia: un líder que lidió con un pueblo al que lideró eficientemente pero con mano dura, lo cual en adición a encontrarse a la sombra de alguien más querido (en el caso de Richelieu el rey Luis XIII y en cuanto a Juan me refiero a su hermano Ricardo) provocó que fueran percibidos como tiranos y así finalmente demonizados en los trabajos de ficción más importantes en los que se les retrata.

Por un lado, el Cardenal Richelieu es el villano del primer libro de la saga Los Tres Mosqueteros, de Alejandro Dumas (y mi novela clásica favorita), mientras que Juan es el monarca déspota contra quien se rebela el mitológico héroe Robin Hood, quizás el personaje más famoso en la Gran Bretaña después de la leyenda arturiana.

Pero viendo las cosas como fueron en realidad, tal concepción no es del todo correcta. Si bien Juan fue un rey duro, famoso por sus absurdos y excesivos impuestos, hay una razón: su hermano y antecesor, Ricardo Corazón de León, fue un gobernante torpe y caprichoso, pero eso sí, muy carismático. Estamos en el siglo XII y Europa está enfrascada en una eterna guerra denominada "Las Cruzadas", la cual consistía en luchar por... el acceso y control de Jerusalén, la tierra santa; háganme el favor. A Ricardito se le ocurrió unirse a dicho suceso (que era lo que estaba de moda entre los gobernantes en esa época) y se enfrascó sin esperanzas en una eterna batalla. Inglaterra no pasaba por su mejor momento económico, sin mencionar que una jornada a tan lejano lugar costaría más que un par de monedas.

De ese modo, el erario inglés fue agotado y sus arcas chupadas hasta el último penique para financiar el paseíto de Ricardo (y aquí nos quejamos de los viajes de nuestro presidente...), ¿y todo para qué? Para que el rey, tan wey, muriera en la guerra antes de conseguir su propósito.

Ante tal situación, Inglaterra se quedó sin dinero para un mendrugo de pan, pero eso sí, el difuntito fue celebrado y llorado como un mártir (finalmente, murió en una guerra religiosa). Se le quería, se le quería.

Y entonces... sin hijos que le sucedieran, el trono anglo fue ocupado por su hermano menor, Juan, quien tuvo que hacerse cargo del chiquero que su hermano dejó; encima, una guerra con Francia se avecinaba (a la postre, Inglaterra perdió y como resultado, Normandía pasó a ser territorio francés). Con Richard tanto tiempo fuera, Inglaterra en realidad ya llevaba muchos años sin rey oficial, siendo medio-dirigida por Juan; por eso es que desde el principio el menor fue percibido como un reemplazo en el mejor de los casos, y en el peor, como un usurpador. Y ahora sí, a levantar el reguero y poner la casa en orden. Ése es el origen de los actos aparentemente despóticos del rey sin tierra.

Sin embargo, aunque su actúar fue justificado, también es de reconocerse que sí se excedió a la hora de la hora. Inventar impuestos por tener ventanas y convertir las cobranzas en cacerías fueron medidas absurdas. Pero es precisamente aquí donde surge el momento importante de Juan, y su verdadero pase a la historia: el descontento generado por esta situación motivó al herido pueblo a organizarse en su contra. No, no fue derrocado en una sangrienta revolución; en lugar de eso, de manera más pacífica, los barones del reino negociaron con Juan su seguridad jurídica en un documento al que se llamó Carta Magna Libertatum, "la gran carta de las libertades", en la que se limitaba por primera vez el poder de un monarca y establecía una serie de prerrogativas a los ciudadanos, esto en 1215.

Y así fue como nació, en parte gracias a la acción del rey Juan, el derecho inglés o common law*.

Pero esto es algo que los relatos sobre Robin Hood suelen ignorar; para esta fantástica historia, Juan fue un villano y punto. Un personaje plano y unidimensional que prácticamente nació para hacerle la vida imposible al héroe de Sherwood. Sin embargo, y volviendo a la película, podemos ver a Juan pasar por todos estos problemas: en efecto, inicia en un papel antagonico, como un caprichoso gobernante interino, a la vez que vemos a Ricardo fallar en su Cruzada luego de darse cuenta de que no fue un buen rey para su país, justificando de algún modo la ira del hermano menor.

Posteriormente, somos testigos de las dificultades del nuevo rey para administrar un país maltrecho y efectuar las medidas por las que es tan famoso, ante su impopularidad y creciente descontento. Pero conforme la historia se desenvuelve, el personaje crece, madura y se convierte en un verdadero héroe; inclusive, y para mi regocijo, la Magna Carta es mencionada y juega un papel en el desarrollo de la historia. Fue por ello que me hice de esa concepción: más allá de la fantasía (y las consecuentes imprecisiones históricas), nunca había visto un relato robinjudiano en el que Juan fuera retratado de manera tan profunda y realista.

Lamentablemente, en el clímax de la película, y mientras yo tenía mi orgasmo hisórico-jurídico... ¡MADRES! El muy bastardo quema enfrente de todo el reino, la Carta Magna, consolidándose como el villano que todos conocemos. Y así, la leyenda comienza...

Buh. Por eso me requeterrecontraemputé durante la escena. Pero para ser franco, hace años que un giro en la trama de película no me sorprendía así. Y la finalidad del arte es causarle una sensación a la audiencia; perturbarla y sorprenderla. De modo que por más que me haya disgustado el final de la película, al mismo tiempo me encantó por su impredecibilidad.

En cuanto al papel de Robin Hood, diré que más bien el tema de la cinta es la guerra con Francia y Juan sin Tierra, eventos en los que casualmente Robin Hood se involucró; digamos que fue insertado como una especie de Forerst Gump medieval. Pero aun así, la historia es maravillosa, y su soundtrack, con el amor que tengo por las gaitas, laudes y demás instrumentos antiguos (uno de mis sueños guajiros es tocar la gaita y la mandolina e interpretar canciones juglarescas), es de los mejores que jamás he escuchado. Mínimo se merece el Oscar a la mejor banda sonora. Échense una visita a su cine más cercano y regocíjense con el filme Juan sin Tierra, digo, Robin Hood; como puntos extra, dirige Ridley Scott y actúan Russell Crowe (por lo visto a este sujeto le gustan las películas pseudohistóricas) y Cate Blanchet.

Listo, ahora saben un poquito más de derecho, de historia y por supuesto, sobre la que a mi opinión es la mejor película en lo que va del año.



*Fue este tema en mi materia de Sistemas Jurídicos-Derecho Comparado en tercer semestre (sep. 2005) el que hizo nacer mi gusto por el derecho internacional, así que personalmente es un suceso trascendental en mi carrera, de ahí que la película me emocionara tanto.

domingo, 16 de mayo de 2010

Da ra ra da ra rá (8)

Aún me siento un poco incómodo por mi última entrada, así que para distraer un poco la atención de ese tema, he aquí una canción para alegrarnos el día:




See ya' later.

viernes, 14 de mayo de 2010

En busca de la prenda perdida

En un momento de ocio en casa de mi abuela, mi tia me pidió que le ayudara a organizar unas revistas para venderlas y poder deshacerse de ellas de buen modo. Entre ellas encontré una Tiempo Libre de 1997, con Botellita de Jerez en la portada. "¡SÚPER!", pensé, e hice una pausa en mi labor para echarle un ojo a la cosa. Además del artículo sobre los guacarróquers, me encontré con una muy divertida disertación de Eusebio Ruvalcaba sobre las faldas, en su puerco y cochinote estilo.

Al instante, una llama se encendió dentro de mí. OK, en realidad apenas llegó a chispa. Y no me refiero a esa clase de chispa (no empecé a tener pensamientos cochinotes, bola de perverts); hablo de una chispa de frustración. Porque las faldas son la onda, pero parece ser que van en vias de extinción por razones desconocidas que tentativamente denominaré "idiotas tendencias de la moda".

Desde que fui niño me encantaba ver a mis compañeritas de la primaria en sus jumpers cafés que se agitaban al correr, respondiendo al estímulo del viento. Desde el primer momento me enamoré de la prenda.

Simplemente soy una persona de extremos, y como tal, siempre creí que el atractivo sexual deviene de eso: del sexo, lo que distingue a uno del otro. De modo tal que entre más masculino sea un hombre y más femenina sea una mujer, me parece que son más atractivos, y por ello es que me generé el ideal de que una mujer siempre se verá mucho mejor con el cabello muy largo (en estos momentos estoy recordando a una compañera de la prepa cuyo cabello era comparable con el de Rapunzel) y si lleva ropas que las distingan de los hombres: vestidos y faldas. No es ningún machismo-sexismo, simplemente un gusto personal. Pero debido a él realmente aprecio la imagen de una mujer en falda o vestido, sean largos o cortos (de hecho creo que me gustan más si son largas, las cortas me hacen sentir apenado).

Además sí, me gustan las piernas. Toda mi vida la he pasado caminando o paseando en bicicleta, es obvio que valore a este par de extremidades. Sé que los pantalones ajustados pueden hacer maravillas a la hora de promocionar las piernas de una mujer mostrando su exacta silueta (algo que las faldas no permiten salvo que sean muy cortas o muy ajustadas), pero a mi gusto es más atractiva la piel de una persona que su contorno. Por ello es que siempre preferiré ver aunque sea el tobillo desnudo de una mujer, que su forma en unos pantos embarrados. Esto sin mencionar que una buena falda puede hacer atractiva a una mujer rellenita o incluso realmente pasada de peso, mientras que unos jeans pegados o muuy a la cadera en una mujer de tal descripción... ¡válgame dios, no quiero pensarlo!

¿Lo ven chicas? no soy yo, las faldas de verdad las hacen ver mejor. Palabra de hombre (medio maricón, pero hombre al fin y al cabo).

En una parte no mentí al principio: cuando era niño si me gustaba ver a mis compañeras en sus faldas cafés. Porque se veían bien y ya (no entiendo el fetichismo por la ropa interior). Y porque las faldas holgadas (mis favoritas), como las que usaba el uniforme de mi primaria, ondean con el viento, y éso es la cosa más sexy que jamás tendré el placer de vivir. Prefiero mil veces ver 2 minutos a una mujer caminando que tirármela, eso es para sujetos sin imaginación. Es romántico (¿recuerdan las típicas escenas de amantes corriendo en veredas para reunirse en un tierno abrazo? Díganme si una falda y el largo cabello de ella ondeando en el viento no exaltan la emotividad del momento), es sexy (es como el contonear de una cadera, pero más pronunciado por la cantidad de tela en movimiento), y hasta es cómodo.

Así es, creo que las faldas son demasiado cómodas, prácticamente uno anda con las bolas al aire (cierto, las mujeres no tienen bolas, pero si las tuvieran...), sin rozones, sin que te apriete nada. Todo está en contacto con la naturaleza, es casi como andar descalzo. Si los hombres pudiéramos usar faldas, juro que jamás en mi vida me vuelvo a poner un pantalón (es en serio).

Nunca he entendido el hentai, pero aún así, los personajes en falda del manga y anime me atraen un poco, siento que se ven cute.

No se ven tiernas?

Lamentablemente, debido al morbo, y a los movimientos feministas que pugnan por la igualdad entre hombres y mujeres que tachan a estas prendas de sexistas (cuando las muy ignorantes ignoran que en Escocia son de lo más masculino), las faldas y vestidos casi han caido en desuso, siendo orillados a ser meros objetos de colección o de uso forzoso en ocasiones formales. Y eso es muy triste. Por eso es que rara vez pienso en una falda, y cuando lo hago no me queda sino rememorar mi infancia, cuando todavía se usaban en las calles, y en mi escuela todos los días había veinte niñas (dos o tres muy bonitas) usándolas. Es más, cuando leí el texto, casi pensé: "¿aún existen esas cosas? ¡Ya no las recordaba!"

No mujeres, hacen mal. Usen faldas. Úsenlas largas, pónganse mayas o shorts o lo que quieran, pero no me priven de una vista tan linda. Ya demasiado tengo con que el cielo ya no sea azul como para que además mis ojos tengan que prescindir de las más hermosas vestimentas. Sean libres, dejen que sus partes tomen el aire fresco, tomenlo de alguien que las envidia por tal facultad. Por ello es que pongo todas mis esperanzas en un futuro en el que las faldas vuelvan a ser utilizadas con naturalidad... incluso por hombres.

Compañeritos

Amo las redes sociales. Además de que gracias a ellas conocí a mi sis (quite a long time ago.... fucking nostalgia XD) ahora me permitirán reunirme con mis compañeros de la secundaria. Lo que siempre quise. Hurra!!

No bromeo. Hace como una semana, un sujeto bajo el apellido "Garnica" me agregó al Facebook. ¿Por qué? ¿No lo sé? Quiere retomar nuestra vieja amistad y revivir momentos de antaño, supongo. Excepto que nunca fuimos amigos. Es más, recuerdo que él era uno de los sujetos que me lanzaban papelitos, me hacían burla por nerd, o decían mi apodo haciéndo voz de estúpido para referirse a mi, entre otras amistosas linduras. Dudo que recuerde mi nombre verdadero. Y ahora resulta que hasta me invita a una fiesta. Seriously, WTF?

Digo, está bien lanzarle papelitos al wey que se sienta en la esquina y no habla con nadie, pero invitarlo a una fiesta sólo para molestarlo... creí que tendría mejores cosas que hacer en un convivio de tal naturaleza. Así que descartando esa opción, queda la hipótesis de que realmente le haya dado curiosidad respecto de mi actual paradero y sincero interés en mi persona. En cuyo caso mi respuesta es: "ni te molestes, sigo siendo un geek y si, todavía soy fan from hell de Pokémon y los Beatles; ahora sigue tu camino. Buen día".

Suena a que soy un amargado, ¿verdad? No es eso, simplemente me parece tonto que personas que jamás compartieron un vínculo afectivo se sientan de pronto atraídas por la nostalgia. La nostalgia misma viene siendo fuera de lugar en este caso, pues nace de recuerdos, de emociones pasadas. Pero no creo que los recuerdos que yo le traiga al sujeto realmente le hayan generado sentimientos profundos que atesore en su memoria y añore revivir. Porque si darle un zape al Popper se encuentra entre sus más valiosas memorias, creo que su vida es más patética de lo que él hace diez años decía que era la mía. Y no creo que él sea patético.

¿Entonces? ¿Qué carajos sucede aquí?

Según la invitación que me fue envíada, la fiesta en cuestión es más que eso: es la MAAAGNA reunión de todo el grupo de la secun. ¡AAAAAAHHHH! De modo que no fue cosa del tal Garnica, sino de alguien más, quien tuvo la birllante idea de reunir a todos los que íbamos en el grupo G (Generación 1998-2001, of course) del Hispano (hasta abrieron un grupo en feisbuk con ese mismito nombre) y tomarnos fotitos como si fuera una colección humana para exhibición. Lamentablemente, yo soy un artículo raro, como trofeo coleccionable soy de los que tienes que juntar veinte mil bolsas de papitas para poder conseguir, así que no me dejaré convencer tan fácilmente. Porque realmente nunca hablé a nadie en ese salón más que a mis cinco o seis amigos geeks; y aún con ellos, usualmente sólo me reúno en navidad o si hay videojuegos de por medio (generalmente hay dos-en-uno: terminemos jugando Nintendo en las posadas navideñas, sad but true). Mi imagen de una fiesta con ellos es más o menos así:

O sea que no importa si nunca hablaste con tipito X y tipito Y, tú sólo reúnelos para presumir que el grupo estuvo completo y contarselo a tus nietos como la mayor hazaña de tu vida, como cuando juntas todos los hielocos y los arrumbas en alguna caja para sólo jugar con tus 2 ó 3 favoritos, pero aun así presumes que tuviste toda la colección. ¡Genial! Ansío ver los grupitos divididos y sin interactuar como siempre ha sido. Es lo más iteresante que jamás pudo haberme sucedido, gracias dios mío por permitirme vivir para ser testigo de un acontecimiento de tal magnitud.

Ya imagino la mentada reunión: como en n grupo de Alcohólicos Anónimos, todos nos rpesentaremos, diremos qué ha sido de nuestras vidas y todos se mostrarán muy interesados los primeros minutos, después se volverá más aburrido que una misa y probablemente a la mitad de las presentaciones, los espectadores ya se encuentren ebrios o dormidos. Terminadas las presentaciones, todos beberán en grupo un ratito, luego alguien tratará de intimar con alguien con quien no se juntaba cuando íbamos en la prepa. Posteriormente, cuando se descubra que no hay química (después de unos cinco minutos de diálogos del tipo: "Aaah, qué interesante..."), volvera a aislarse con los suyos. Eso suponiendo que todavía conserve a su grupo de amigos de la secundaria, de lo contrario volará de bolita en bolita hasta que se aburra y termine por irse a chupar a algún antro, o de plano a su casa a dormir.

Suena divertido el plan, ¿no? ¡Por eso es que no puedo esperar que llegue la fecha!

En el grupo éramos como 50 cabrones, y la invitación dice que como buena fiesta, es hasta el amanecer; personalmente creo que sí irá más de la mitad, pero dudo que más de 20 personas resistan, la verdadera pregunta es entonces: ¿quiénes realmente se quedarán hasta el final y gozarán de tan bonito evento? ¿Surgirán nuevas amistades anteriormente inconcebibles? ¡Eso quiero verlo!

Les juro que el que inventó las reuniones de ex-compañeros debió ser condenado a una muerte dolorosa por idiota. Porque nel, las cosas tienen un ciclo, extenderlo no suele ser muy útil, y la secundaria no es la excepción: ¿por qué forzar el regreso de un personaje que fue desechado de la historia de tu vida hace mucho tiempo quién para empezar jamás tuvo gran relevancia?

Aunque... bueno, es comida y bebida gratis, quizás en una de ésas pase un rato al convivio a rellenarme el tanque y saludar a los extraños... Nah, estoy a dieta, no lo vale.

Pero lo bonito de esto es que entre todo el mar de nostalgia, a una de mis ex-compañeras se le ocurrió subir esto:
Al que me encuentre le invito una comida y unos alcoholes (no se vale si me conoces de antes de 2004)

Y no, no pienso ir a las reuniones de ex-compañeros de la facultad de Derecho dentro de diez años.

P.D.: Y siguen las maravillas del facebook! Ahora resulta que a alguien de ahí se le ocurrió organizar el "día del beso robado". ¡Vientos! Ese día invitaré a una muchacha y probaré mi suerte (en realidad, de hecho SÍ veré con una mujer ese día... vaya coincidencia), LOOOOL

P.D. 2: ÉSTA es mi entrada número 150!! Hell yeah!

domingo, 9 de mayo de 2010

How does it feel?

And suddenly, life seems so easy..Now I'm happy, and I think I found the solution to my problems. So I don't care anymore.

Have a good day, and a goood night, or whatever.

Of course, life's not easy, but people learn to deal with it.

Hell yeah! Love is such a funny game. Stupid, yet fun. After all, we've got a lot of time to spend in our lifimes, why not spend some of it on love?

Be happy now. All of you. I love you all.