martes, 27 de abril de 2010

Drunkards singing in the dead of night

Luego de una amena tarde en el Messenger, su padre le llamó por teléfono para informarle que lo vería en una hora en la estación Indios Verdes de la línea 3 del metro de la Ciudad de México. El joven guardó una chamarra y una botella de agua en su mochila, tomó un sobre con $3,000 y se dirigió al lugar acordado. Padre e hijo llegaron al lugar con simultaneidad milimétrica; ambos irradiaban alegría en sus rostros.

¿El motivo? Paul McCartney viene a la ciudad a ofrecer un concierto en el Foro Sol, y al día siguiente, 16 de abril de 2010, se podrían a la venta los boletos. El muchacho, de nombre Jonathan, iría a la taquilla del Palacio de los Deportes para comprar las entradas, y su progenitor apenas pudo conseguir a tiempo el dinero para dos boletos, por ello es que se quedaron de ver ahí: para que le diera el dinero restante antes de su odisea. La razón de presentarse una noche antes es más que obvia:  hordas de rocanroleros se quedarian a pasar la noche para ser los primeros en comprar y tener buenos lugares. En un país como México, donde los artistas se paran una vez cada siglo, un recital representa una misa irrepetible en la vida, de ahí que el acceso a tales eventos sea tan peleado.

Así sucedió en 2002, en que Paul puso pie en el país por última vez; sucedió también con U2 en 2006 y apenas unas semanas atrás el mismo acontecimiento ocurrió cuando Metallica ofreció una tocada en la ciudad, por mencionar algunos ejemplos. Como ya dije, es parte del modus vivendi del público roquero. De los fanáticos.

Jonathan llegó a las taquillas del Palacio alrederedor de las 8 de la noche, y no le extrañó ver el lugar ya algo poblado. Unas cien personas, calculó él. Relativamente eran muy pocas, pues habrían 20 mil boletos disponibles (de un total de 50 mil; el resto se habían reservado para preventa dos días antes); cierto que además de la venta directa en taquilla, también existe la venta virtual, la telefónica y la venta directa en tiendas departamentales, todas corriendo simultáneamente, pero estos sistemas se atiborran con rapidez, razón por la cual es más seguro -y barato- en taquilla. Bajo estas circunstancias, estar entre los primeros cien, quizá doscientos de la fila, era una garantía de que para cuando llegara su turno en la ventanilla todavía habría boletos disponibles para la sección Naranja-A, la más cara que su padre y él habían podían pagar, y una especie de tradición familiar: cualquiera de los dos que hasta la fecha haya acudido a un concierto en el Foro Sol, siempre se sienta ahí; la vista es buena y la distancia aunque amplia, es bastante razonable para este tipo de eventos, en los que se requiere ver el escenario completo para disfrutar de la experiencia al máximo.

A partir de aquí, y con el afán de hacer este relato más personal, nos tomaremos la libertad de dejar que el propio Jonathan, en primera persona, nos narre su experiencia:

¡Chaaaaaale! Ahí me tenían, en el pinche frío de la noche wey. Después de un mes ultra-caluroso por culpa de la primavera, por fin el clima se había refrescado... por no decir que se pasó de lanza, yéndose hasta el otro extremo. ¡Hacía un frío de la chingada! ¡En una noche de primavera! Y mi pinche chamarrita de los Bitles (para ir con la ocasión, por supuesto... en realidad no, simplemente es la única chamarra que tengo) no calentaba mucho en esas circunstancias.

Afortunadamente, tenía con qué entretenerme: mi siempre fiel Nintendo DS. Llevaba varios cartuchos, pues reparé que llevar una tienda de campaña para dormir en la calle sería muy estorboso, y como permanecería todo el tiempo a la interperie, con $4,500 en los bolsillos, quedarme dormido no era una opción. Y qué mejor manera de distraerme que con un buen videojuego (seriously, me he amanecido jugando innumerables veces y siempre se me pasa como si fuera cosa de un ratito), de ahí que por si las moscas, llevé más de un juego en caso de que me aburriera. Prendí mi consolita y... ¡Zaz! ¡Zoom! ¡Muérete, hijo de la chingada! Aaaahh... hace mucho que no jugaba Mega Man ZX. Amo a Mega Man, no sé cómo pude estar tanto tiempo sin jugar esa marvilla. Dispara, corre, esquiva, ¡waaaahh!

(...5 minutos de onomatopeyas orgásmicas después)

El paso del tiempo me hizo los mandados, no así la temperatura local. Estoy tan pero taaan jodido que el antiguo Jonathan que puede estar a las 3 de la madrugada sin camisa y sin la menor pizca de sueño, comenzaba a sentirse agotado, y si no caí dormido fue precisamente por el frío tan cabrón que hacía en la cruel noche.

Me pareció muy divertido ver qué había gente que venía a costearse su boleto: por la calle deambulaban sujetos vendiendo tortas, atoles, sincronizadas y demás cosas para hacer negocio. Pero no lucían como vendedores ambulantes, no señor, eran chavitas con playeras de The Beatles y señores con gorras del mismo grupo. Se trataba de mortales como yo que se encontraban ahí no para lucrar, sino para comprar también boletos personales para el concierto y de paso desquitar el precio del boleto (que sí está bien manchado) al mismo tiempo que tenían algo en que entretenerse para aminorar la espera. En algunos casos era obvio que jamás en su vida habían practicado el comercio. "¡Mierda, ¿por qué no hice yo lo mismo?!"; pensé en las botellas de licor que hay en mi casa, con las cuales podría vender bebidas y hacer muuy buen dinero; lamentablemente, la idea llegó demasiado tarde.

Sin embargo, entre esta gente, vi a un sujeto muy chistoso, con una mochila que se parecía a las pistolas ectoplasmáticas de los Cazafantasmas (pistola/manguera incluida), cuya valija traía un letrero que decía:

"Ricos capuccinos
Natural
Vainilla
Moka
solo $8"

¡Café! ¡Ésa era la solución a mis problemas! Un disparo de cafeína para mantenerme despierto, una bebida caliente para quitarme el frío y una adicción saciada (tomo café de a madres) para entretenerme. El hombre de los cafés sería mi salvación. Pasé las siguientes dos o tres horas tomando capuccino tras capuccino (habré gastado unos $50 en la bebida), sin poder decidir cuál estaba más sabroso, si el de vainilla o el de moka. Mientras me decidía, seguí tomando sin pudor...

En una de ésas, el tipo, ya entrados en confianza después de tanta compra, me contó que iría a ver a Paul con su novia, que es la primera vez para ambos. "Allá atrás está formada ella, junto a nuestra camioneta... es la blanca que está por alla -dijo señalando a la distancia-. Para lo que gustes, compadre". Charlamos unos minutos más y el buen Hugo (ése era su nombre) se despidió para continuar con sus ventas.

De vuelta en la fila, los chavos que estaban adelante de mí venían en grupo, y estaban tan metidos en su propio desmadre que no parecían muy interesados en interactuar conmigo. Eventualmente les hice la plática y uno de ellos, quien se presentó como Giovanni, me ofreció un taco el cual me chingué como muertod'iambre. Platiqué un rato más con ellos, pero la conversación era tan local que no pude acoplarme a lo que sea que estuvieran platicando. Miré a mi alrededor y descubrí que aparentemente, yo era el unico sin compañía: aquélla sería una larga y solitaria noche...

¿O no?

Para mí enésimo capuccino, noté que mi vaso ya estaba algo puerco (para no desperdiciar vasos desechables, cada nuevo café que le compraba a Hugo me lo servía en el mismo contenedor) y pedí uno nuevo. Mi espontáneo amigo me informó que ya no tenía vasos y fue a su camioneta por más. Como los cafecitos tenían piquete (más un par de vodkas que Giovanni y los suyos me invitaron), para ese entonces ya andaba yo un poco mareadón y me dio la ansiedad. En ese estado, no pude quedarme quieto y en lugar de esperar a Hugo desde mi lugar en la fila, fui tras él.

Junto a su camioneta estacionada, su novia (que por cierto, no era nada fea) platicaba con dos hombres. Uno de ellos parecía rozar el medio siglo de edad, el otro aunque también maduro, no pasaría de los 35, quizá 40 años y llevaba una boina negra idéntica a la que yo también traía puesta en ese momento. El mayor estaba narrando su experiencia de cuando Paul vino en 1993, promoviendo su álbum Off The Ground. Dijo que Paul habló en español un poco y que las canciones de ese disco sonaban mejor en vivo que en el disco; luego reflexionó: "Es una lástima que no haya sido tan famoso el Off The Ground, me encantaría volver a escucharlo cantar 'Hope of Deliverance'", suspiró.

Hasta entonces, yo permanecí callado, escuchando el relato del hombre mientras Hugo preparaba mi café, pero ante la mención de aquel fresisisisísima placer culpable que para mí es esa rolita, decidí romper el silencio y unirme a la conversación: "Sí... es una lástima, yo tampoco creo que la cante". Y nadie me movió de ahí.

La novia de Hugo tenía una botellota (como de un galón) de vodka y varios empaques de jugo que indiscriminadamente servía a los que allí se encontraban. SIN COBRARLES UN CENTAVO. De modo que a partir de entonces la chica le arruinó el negociito a su pareja, pues comenzó a ofrecerme (repito: gratis, de cuates, sólo por estar en la bolita) de su vodka, haciendo innecesaria la compra de más cafés, y por lo que gasté, estoy casi seguro que al menos hasta ese momento, yo había sido el mejor cliente de Hugo (razón por la que él y su prole me aceptaron fácilmente).

Al lado de nosotros, dos chavos más o menos de mi edad afinaban unas guitarras y mi grupo también los invitó a unirse. Una vez que tuvieron sus instrumentos listos... ¡voilá! ¡Se hizo la música! Un grupo de borrachos se pusieron a interpretar canciones de los Beatles y de Paul McCartney bajo la luz de la luna, en una celebración improvisada. Mientras los dos muchachos tocaban, los dos señores y yo cantábamos como Dios nos dio a entender, y Hugo y su novia (y de paso todos los que estaban alrededor) miraban.

La mayoría de las canciones interpretadas salieron al natural, con cada quien cantando lo que se le hinchaba la gana. Hasta que salió Help! Uno de los dos señores (el de la boina) hizo la voz principal, el otro se quedó callado y yo hice los coros de fondo; fue todo espontáneo, nadie se puso de acuerdo para alternarnos, simplemente se me ocurrió al ver que el otro cantó la parte principal (lo que cualquiera haría). Luego, el que se quedó callado se unió a mi y ya con tres voces el resultado fue una armonía vocal muy bien organizada, tanto como la cancion original (la calidad de nuestras voces ya es otro asunto). Salió lo suficientemente bien para que la gente nos aplaudiera (me quedé esperando que nos dieran dinero...) y pidieran otra. ¡Y sopas! Quién sabe cómo carajos le hicimos, pero nos chutamos This Boy, y según mi borracha percepción, estuvo hermosa (habremos cantado horrible, pero definitivamente íbamos parejos); personalmente fue nuestro mejor número de la noche.

Aunque también estuvo Another Day (quizá mi canción favorita de la trayectoria post-Beatle de Macca), que fue como un orgasmo sonoro para mí. Y obviamente no faltó Hey Jude, aunque en guitarra acústica sonaba chistosa; me tomé la libertad de decir "Fuckin' hell!" como Lennon al final de la canción, en la misma parte que en la grabación (justo antes del clímax); aunque al igual que en el disco, en ese momento nadie se dio cuenta de mi maldición, todo el mundo cantaba "Naaa, naa, na, nanananá, nanananá, hey Jude!". Incluso el viejo se puso a imitar a Macca: "Ahora sólo las mujeres!", "Ahora los hombres", "Oh you sound so sweet tonight", "Ahora los putos"... y todos se callaron. Todos reímos y pasamos a la siguiente canción.

El resto del repertorio incluyó, si la memoria no me falla, Blackbird (y como el pajarraco, ahí estábamos cantando en la penumbra de la noche), All My Loving, Something (¡me derritoooo!), And I Love Her, Twist and Shout y Money; éstas ultimas nos salieron requetechidas (y en Money yo llevé la voz principal <3) y prendieron bastante el ambiente.

En algún momento se acabaron las canciones de los Beatles, por lo que preguntamos a nuestros guitarristas estrella qué otras cosas se sabían para seguir cantando. El resultado: "Pobre Soñador" del Tri (para entonces mi voz ya sonaba como la de Alex Lora), "De Música Ligera" de Soda Stereo, "El Son del Dolor" de la Cuca, varias de Caifanes y de Café Tacuba, y en general, todas las famosas de la "época de oro" del "rock en tu idioma" que sonaran hasta el hartazgo en la primera mitad de los noventa, manteniendo la amenidad del relajo que traíamos. Lamentablemente, no se echaron ninguna de Fobia (sniff, sniff...).

Cuando llegaron a Enrique Bunbury, que no me pasa, me fui a dar la vuelta (infaltable) un rato. Creo que me quedé tarareando un par de canciones de Bob Dylan, porque siempre cuando estoy borracho me sale la maña de "si puedo cantar 'Changing of the Guards' completa es que todavía estoy bien", y después de todas esas horas, necesitaba hacerme la prueba. Probablemente no pasé de la segunda estrofa...

Ya con menos alcohol en la sangre (gracias a que drené el tanque en un terrenito baldío a una cuadra de allí) volví con mis nuevos amigos. Todos dimos nuestros nombres, pero mi cerebro ya no podía más: en mis momentos de ebriedad puedo recordar cosas, pero no aprenderlas, de modo que jamás supe los nombres de quienes me acompañaban más allá de Hugo, quien se presentó cuando todavía nos encontrábamos en nuestros cabales. La plática, aunque ya más convencional, estuvo interesante. Al contarme sus experiencias sobre el terremoto del '85 o poseer un Atari2600 (cierto, yo sí lo jugué, pero como una reliquia, nunca lo tuve, es como si hoy pones a un chavito a jugar Super Nintendo: no es lo mismo que haberlo jugado en los 90's) me hicieron darme cuenta de que no estoy tan viejo como a veces creo. Cuando les dije que tengo 23 años, que no sé quién fue la Chiquitibum y que mi primer anime fue Remi me dijeron al unísono: "¡No mames, estás bien morro!". LOOL.

El cafetero y su novia se fueron a dormir a su camioneta, y los guitarristas sacaron sus sleeping bags para hacer lo mismo; yo me quedé a platicar con los dos señores hasta que el tema volvió a su origen: los bicles. Obviamente yo defendí a Harrison a morir, pero a partir de entonces los detalles del debate ya no los recuerdo, aunque no creo que hayan sido como para cambiarme la vida. Pero sin duda fue una de mis mejores charlas beatles que he tenido en mi vida (excepto cuando te me  alocas, twisted sis', of course!).

En un repentino momento de silencio, suspiré y miré a la avenida. Un tren del metro pasó velozmente. ¡Ya había amanecido!


4 comentarios:

The retro girl dijo...

la twisted sis hace su aparición!!!

XD

Oye qué buen relato, qué buen chupe, qué buena banda... me cai de mothers...

Chale!!! hubiera ido. XD

tunetworker dijo...

chido show, me recordó de mis momentos con la banda de la prepa generación 1999 jejejeje pero en este caso con música mas norteña y terminando con Metallica jejeeje.
Saludos!

espero la sig parte con ansias!

Urielue dijo...

JAJAJAJAJA hasta que al fin me lo chuto, no mams que chingon xD, jugare de nuevo el zx a ver en donde rayos me pierdo, weee que chingona experiencia popper la neta que si, asi me pasaba en mis tiempos de desmadre en los que me iba a fiestas sin invitacion, es la onda conocer gente asi, que buena vibra mi buen!, hay me hechare la otra lectura luego.

Remi?, no me suena... mi primer anime fue Mazinger Z

Cuidese carnal, jeje que buen pedo.

Helena Desparta dijo...

aqhahahah conque te gusta astro boy!!!!
pobre d ti ya t imagino en el frioooo
y eso d la historia del cafetero esta genial XD
en fin... ya estas en el concierto johnny weeeeeeee!