miércoles, 26 de mayo de 2010

And in the end... The tickets you get...

Are equal to the efforts you made...
(Clímax de la historia iniciada aquí y continuada aqui)

No podré dormir esta noche, no podré dormir... Porque mañana es el concierto de Paul McCartney y... ¡sí conseguí boletos!

Ese día, el camino a casa fue tan horrendo y triste que ni siquiera mi Mega Man ZX (el cual dejé en pausa desde la noche anterior) me consoló; por el contrario, estaba yo tan desganado que cada dos minutos cualquier cosita me mataba. Y el ambiente permaneció lúgubre durante algún tiempo.

Hasta que mi amiga Helena me consiguió un par de boletos. En realidad no me los consiguió: ya los tenía pero por alguna razón que a la fecha no me ha revelado, decidió no ir al concierto. De tal suerte que poseía dos boletos disponibles y enterada de mi situación, me los ofreció rápidamente. Y así fue como conseguí mis boletos para mañana... MAÑANA VERÉ A PAUL McCARTNEY!!!! Pero éste no es el fin de la historia.

Los boletos que Helena me consiguió son en la zona General B, a nivel de cancha, pero hasta atrás, donde no veré ni madres. Veré las pantallas y ya, pero eso sí, escucharé de lo lindo (a final de cuentas es en la cancha donde están instalados los controles de sonido y las bocinas principales), y para mi suerte, el simple hecho de estar ahí era ya más que suficiente, asi que no había quejas... sólo ambición, ambición...

Cuando se anunció la segunda fecha (para el viernes), estuve convencido de que debía estar ahí. Salvo Radiohead en 2009 (al que de entrada ni siquiera pensaba asistir), todos los artistas que han dado más de un concierto por gira en México, yo he estado ahí en todas las presentaciones, y McCartney, uno de los líderes de mi grupo favorito no sería la excepción.

Mi papá estaba conforme con ir una vez a ver a Paul y la situación económica no estaba como para derrochar otros $2000 por cabeza; además el mismo día de la venta (el 7 de mayo), él estaría de viaje celebrando su cumpleaños (acaecido el día 4), por lo que invertiría todo su dinero en tal paseo, dejándome morir solo, para el segundo toquín.

Pero oh, santas coincidencias. Alguien más (y alguien a quien todos los que leen este blog habrán ya de conocer tan bien que ni necesito decir de quién hablo... ¡pena mil!) estaba en la misma situación que yo: su padre no pagaría un boleto para un concierto más, pero ella estaria allí a como diera lugar, con o sin su progenitor; más que eso, resultó que ambos estábamos interesados en la misma zona del Foro (Verde o Naranja A). Y dicen que la unión hace la fuerza...

En sus marcas, listos, fuera!! Para evitar lo sucedido con la venta de boletos para el primer concierto (aunque tiene un mejor lugar que yo la condenada, tampoco ella obtuvo la zona que originalmente deseaba) los dos nos pusimos a buscar a alguien que tuviera la tarjeta de crédito oficial de Ticketmaster (OK, no oficial en teoría, pero en la práctica neta que los que la poseen tienen un chingo de privilegios... ya saben de cuál tarjeta hablo, ¿verdad?) para tener acceso desde la preventa... con el agregado de que así iriamos juntos y disfrutaríamos más del evento que yendo solos. La alianza se consolidó.

Finalmente, el que consiguió la tarjeta fui yo mismo. Lejos de facilitar las cosas, me eché una cargototototototota a los hombros, porque:
1. La tarjeta no era mía.
2. Aunque Daniela tenía el dinero, no podría disponer de él sino hasta varios dias después de la pre-venta, lo que implicaba que yo tendría que prestarle la cantidad. Y yo no tenía el dinero
3. La persona que me prestó la tarjeta con trabajos sabe lo que es una tarjeta de crédito; en caso de haber algún problema con la cuenta, ella sería tan útil como un abrelatas para arreglar un auto.

Dicho esto, tuve que rogarle a mi papá para que me dejara pedirle el dinero a mi abuelita, así que gracias a ella Daniela irá a ver a Paul. También tuve que comprometerme al pago puntual, porque en caso contrario, respondería yo por la deuda. Y... sí, sí hubo problemas con la tarjeta.

La mañana del 7 de mayo, en pijama todavía, encendí la computadora para accesar a la página de Ticketmaster y pedir mis boletos. Al igual que la venta física, el sistema se iniciaba a las 11 de la mañana, y yo quería estar ahí antes, en caso de que el sistema se saturara.

Cosa que misteriosamente no sucedió: a las 10:58 am ya tenía yo un par de hermosos boletos (y digo hermosos porque eran en la primera fila de la primera sección) en la zona Verde A (o sea, los primeritos en las gradas, lo más cerca al escenario sin contar los carísimos boletos Platino Plus, que son en cancha). Sólo había que introducir los datos de la tarjeta para realizar la compra y...

!!!!!!!!!!!!!!!!!

¡Chingadazo a la vista! Contra una pared de ladrillos!!


"Los datos de la tarjeta no son correctos o la tarjeta es inválida"

¡¿Que qué?! ¡Eso no era posible! Yo tenía la tarjeta y el estado de cuenta en mis manos, los datos eran 100% correctos, no había ningún error.

Seguí intentando una y otra vez. Para mi mala fortuna, después de un tiempo (alrededor de 5 minutos), si la compra no se consolida, los boletos se liberan, de modo que inevitablemente perdi los lugares después de varios intentos más. Y aun así, probé con nuevos boletos. Una y otra vez. Sin detenerme hasta casi la 1 de la tarde.

Entretanto, no paré de hablar con el titular de la tarjeta para tratar de averiguar el porqué del fallo, y con Daniela, para informarle de la situación (en retrospectiva, creo que salvo navidad, jamás habíamos intercambiado tantos mensajes de celular, y aquéllas fueron circunstancias muy otras). Entre el "pues los datos están bien" de una y el "sigue insistiendo" de la otra, me estaba volviendo loco.  Si me quedo calvo, es por los nervios de esa mañana. Sin ofender, quise ahorcar a las dos en esos momentos.

Posteriormente se me ocurrió intentarlo por teléfono; tal vez la falla estaba en el sistema de Ticketmaster, o podría al menos pedir asesoría al respecto (o intentar hacerme wey a los vendedores XD). Las líneas estaban como es obvio, ocupadas, mi llamada tardó en entrar como media hora y una vez que lo conseguí, no me atendieron de inmediato; en lugar de eso, me pusieron una grabacion (con agradable música de Coldpay de fondo) que duraba un par de minutos... durante media hora. Amo "Viva la Vida", pero tras haberla escuchado incesantemente en tan desesperante situación (eso sin mencionar lo irónico del título), deseo no volver a saber más de ella en mucho tiempo.

Una vez que fui atendido, pedí un nuevo par de boletos en la zona Verde A, la señorita me dio la ubicación de mis lugares (que seguían siendo excepcionalmente buenos) y... otra vez lo mismo. Tarjeta inválida.

Me explicaron de la manera más atenta que cuando alguien no usa una tarjeta de crédito en mucho tiempo, el banco la congela por inactividad, lo cual me parece una franca idiotez (por no decir una tranza del banco), ya que el simple hecho de que el titular de una tarjeta deposite en su cuenta mes tras mes y puntualmente, la comisión correspondiente, significa que la sigue usando... sin mencionar que al estar pagando por el servicio, tiene derecho a usarlo cuando lo desee. Malo fuera si no pagara su comisión, o si no depositara ahorros, ¿es que sólo reirando dinero (y de ese modo incrementando tu deuda) es la única manera en que se puede usar una cuenta bancaria? Por eso odio los bancos en México.

Ante mi insistencia, la señorita me dijo que podía respetarme mis lugares si yo me comprometía a resolver el asunto con la tarjeta y comunicarme de nuevo en a lo más una hora y media. Di mi palabra y en respuesta, ella me dio su nombre, Jessica Vargas, para que la siguiente ocasión que llamara por unos boletos pidiera que me comunicaran directamente con ella.

Posteriormente, hablé con la persona que me hizo el favor de prestarme la tarjeta, quien me confirmó que no ha retirado dinero en un largo tiempo, pero me demostró que sí ha hecho uso de su cuenta mediante otras maneras, por lo que consideró descartar la opción de la tarjeta bloqueada. Mas ante la apariencia de que ésa era la única causa, decidimos llamar al banco para arreglar la situación. Ella no podría hacerlo sin mí, y yo no podría siquiera intentarlo sin ella, por lo que tuvimos que vernos en persona para trabajar en conjunto.

Y así nada más, sin siquiera bañarme (sacrilegio tratándose de mí), salí corriendo hasta el Centro Histórico en una de las más frenéticas carreras que he corrido. Para empezar, en lugar de cruzar mi pueblo a pie hasta la avenida principal para tomar el transporte, por primera vez en casi cinco años que llevo viviendo quí, tomé un taxi directo a la parada del autobús por las prisas.

Tal esfuerzo aparentemente fue en vano: el tránsito vehicular estaba de muerte y tardé más de una hora en llegar al metro Indios Verdes (en circunstancias normales, no hago más de 40 minutos). El retraso era tal, que resolví bajarme de la combi antes de llegar a la estación y seguir mi camino a pie. Como Forrest Gump corrí, corrí y corrí, sólo que erré en mi camino y entré a Indios Verdes por el lugar equivocado: no sé cómo chingados lo hice, pero terminé en el carril del metrobús de la estación (para quienes no lo sepan, Indios Verdes es la terminal de la Línea 3 del metro y de la Línea 1 del metrobús simultáneamente). Los vigilantes de ahí, al ver a un sujeto corriendo desesperadamente en un lugar prohibido, como es lógico, sospecharon de mí y se lanzaron detrás mío en acelerada persecución. Cuando me dieron alcance, procedieron a llevarme a tirones con el jefe de estación.

-No hice nada malo -me excusé-, sólo llevo prisa por llegar al metro y ni siquiera sé cómo terminé aqui -expliqué.
-No te creo -dijo con frialdad el policía que me tenia del brazo-; a ver, ¿qué te robaste?
-¡NADA! ¡Escúlqueme!

El personal corroboró que en efecto, lo único que yo llevaba era mi celular y diez pesos. Pero mis acciones seguían siendo sospechosas. Expliqué que tuve un problema con una tarjeta de crédito y que por ello me era urgente llegar a domicilio X a ver a fulanito de tal, de ahí mi prisa y mi ansiedad. Me llené de miradas incrédulas, pero conseguí modular mi voz a un nivel adecuado (level up a mis habilidades sociales) para que me creyeran. Sin embargo, no fue suficiente:
-Pudiste causar un accidente.
-Pero no lo causé
-Pero pudiste.
-No sucedió, y mientras no suceda, no hay delito que perseguir, soy inocente.
-Sí lo hay: irrumpiste en zona restringida.
-Fue accidentalmente.

Increíble en servidores de la ley: los convencí y me dejaron ir sin sacarme un solo centavo o continuar amedrentándome (¡segundo triunfo jurídico en mi vida! Yay!). Sólo me gané un regaño a la voz de "Pero ten más cuidado la próxima vez".

Para entonces, el chistecito me había hecho ya perder unos quince minutos y para acabarla de fregar, el policía me exigió que entrara a la estación por donde se debe y me sacó a Avenida Insurgentes para "corregir mi error", haciéndome perder todavía más tiempo.

Ahora, una vez en la entrada adecuada, para entrar a las instalaciones principales, hay que rodear una reja, y como la prisa me invadía y no aprendí mi lección con el incidente del metrobús, me brinqué tal reja. Caí en un charco de mierda diarréica. Mas nadie en la estación quiso solidarizarse y regalarme un poco de agua (asumo que los vendedores esperaban que yo les comprara una botella de agua para beber, pero yo sin dinero...), por lo que tuve que irme el resto del camino con el pantalón manchado. Dicen que pisar mierda trae buena suerte, no sé si en mi caso por no pisarla la consigna no aplicó, o si por tanta mierda en próximas semanas me sacaré la loteria. De una u otra forma, en ese momento yo sólo quería morirme, viajar en el poblado metro oliendo a mierda fue tan agradable como pasearte en una localidad judía con un letro que diga "Heil Hitler!".

Pequeños efectos de la impaciencia.
Y según yo ya había limpiado la porqueria...

La vergüenza pasó cuando salí del metro y corrí hacia el domicilio del titular de la tarjeta; antes que nada me reporté ante la señorita Vargas para informarle que el asunto con el banco ya estaba tratándose.

Me ofrecieron darme una ducha mientras la persona arreglaba su asunto con el banco. Todavía no salía de la regadera cuando, ¡me carga la chingada! Mi celular comenzó a sonar. Y así sin más, tuve que salirme (afortunadamente dejé el teléfono dentro del baño) a contestar. Era Daniela; le informé el estado de la situación. Es cierto, no sólo cargaba sobre mis hombros el peso de mi boleto, sino también el de ella. Más presión para mí, genial.

Pero si algo me caracteriza, es que trabajo mejor bajo presión. Por molesto que sea desvelarme dos noches antes del día de entrega para hacer un trabajo escolar, siempre es así como salen mis mejores proyectos, y ésta no fue la excepción, a esas alturas estaba por rendirme pero aquella llamada telefónica vigorizó mi compromiso: iré a ver a Paul McCartney el 28 de mayo y en buenos asientos, llueva o truene (cosa curiosa: al escribir esto acaba de sonar un trueno, en este mismo instante).

De vuelta en la sala de estar,  fui informado que en efecto, el banco bloqueó el uso de la tarjeta por su "inactividad", y para reactivarla había que realizar un trámite en la sucursal bancaria. Es decir, personalmente, no vía telefónica. Pasaban de las 4 de la tarde y todos los bancos se hallaban cerrados. Nada podía hacerse ya ese día. Marqué a TM y la señorita Vargas me dijo que con todo gusto guardaría mis boletos para el día siguiente, pero que el sistema se "renueva" cada media noche, por lo que en cuanto dieran las 12, como con la Cencienta, todo se habria ido al carajo ya que automáticamente se borraría el registro de mis boletos. GAME OVER.

No muy lejos de ahí vive mi abuela; fui con ella para que me prestara algo de ropa (ayuda mucho que mis sobrinos pasen mucho tiempo con ella y ocasionalmente dejen ropa allí) y descansar un poco. Le conté mi travesía con lujo de detalle; ella y mi tía permanecieron anonadadas con mi relato, pero ello permitió un rayo de luz. A la mitad de mi narración, llamó por teléfono mi prima Ivette, y en la conversación, mi tía le contó mi historia. Ivette dijo que su esposo posee una tarjeta de ésas que se usan en las preventas de TicketMaster y ofreció comprarme él los boletos.

Pero cuando le dije el costó total, se echó para atrás. Era demasiado dinero y Gerardo (así se llama mi primo) es -naturalmente- bastante quisquilloso cuando se trata de préstamos monetarios; propuso comprarnos boletos en la zona Naranja A, a Daniela y a mí nos pareció razonable y acepté la oferta. Quince minutos después, mientras comía un bien merecido filete de pescado, Ivette llamó de vuelta para decir "Tienes boletos".

OOOOOOOOOHHHHHHH MAIIIIIIIIII GAAAAAAD!!! Tengo boletos!! Tengo boletos! TENGO BOLETOS TENGO BOLETOS TENGO BOLETOS!!

Un par de días después pasé a recogerlos a casa de mi abue y.... taraaán:


UFF!! Vaya travesía. No soy supersticioso, pero tanta mala suerte en un solo día no me la creo, incluso si todo terminó bien. El hecho de que ese día (7 de mayo) haya sido cumpleaños de una persona a la que hice muuuchas jaladas (y lo peor es que ni siquiera me odia por ello, lo cual me hace sentir peor al respecto) me hace sospechar que todo fue venganza kármica... ¿ustedes qué creen?

Entre si son peras o son manzanas, no niego que de no haber sido por todas estas personas no lo hubiera logrado (y no, no es limpieza de karma, sinceramente me siento MUUUUUUUUY AGRADECIDO). Así que esta entrada va dedicada a Helana, a mi papá, a la persona que nos prestó la tarjeta, a la señorita Jessica Vargas de Ticketmaster, a mi abuelita y a mis primos Gerardo e Ivette. ¡Gracias a todos!

6 comentarios:

The retro girl dijo...

Chale.... bueno pero...valió la pena, eso no me lo puedes negar.

Y sí, va a llover y a relampaguear...

Ni modo, con tal de que mi viejito adodado no se me moje y pare el concierto a la mitá todo estará bien.


Muchas gracias por los boletos XD

Jaime dijo...

Veggie, las tarjetas de crédito son aquellas que te da el banco para que gastes como si no hubiera un mañana y te entre la cruda el día que recibas tus recibos, en cambio las tarjetas de débito son aquellas que te dan al ser cuentahabiente del estafadero (banco) de tu selección.

Por cierto, felicidades por tus boletos!!!!!!!!!!!!!! y apenas hoy ví tu mensaje que me dejaste en level, (ya no entro mucho a Level) apenas lo leí hoy, PLOP!

Ozl dijo...

En hora buena!
jejejeje congrats!
Yo nunca he tenido una tarjeta de credito, bueno si pero no la use mas que para puros muebles que saque en electra, pero eso lo considero como un credito de tienda y no de banco, aparte de esto nunca buscare una tarjeta de credito, solo de debito...
Saludos gente!

Urielue dijo...

Odio las tarjetas de crédito =o, bueno comentare en chinga xD, ya me llamo mi hermanita pa que vuelva a la house...

Pues la neta me paso casi el mismo chistecito de que no podía encontrar boletos pa alejandro sanz xD... aunque sin mierda de por medio xD, sin embargo nunca me rendí ;D, y siempre he sido muy positivo =).

We que chido! la neta que poca madre xD, JOJO te lo dije!!! a poco no? ;D, si la buena vibra ayuda, y espero que te saques la lotería =D, eso si...muchos la queremos ganar pero cuantos la compran? =o..

Un abrazo!

Charro Negro dijo...

Pues mira, dentro de todos los bancros que ensartan la "sitar" sabrosa, las que mejor trato te dan son las de BANAMEX (que es un delito lo que hace Ticketmaster por cerrar la preventa de boletos a una sola tarjeta, lo es).

Pero en ese banco te piden solamente tener 5000 pesos minimo para que no te cobren intereses y mas y por el circo que hiciste por dos boletos y ni siquiera eran de primera fila, pues lo considero una opcion razonable.

Todos mis boletos de eventos importantes en Pre-Venta via Ticketmaster los he comprado sin ningun problema, sin mierda en los pantalones, jajaja ni estres tira cabello jajajaja y bueno, siempres es bueno ahorrar, aunque sea un poco de dinero para un futuro cercano, jajaja.

Las tarjetas de credito no trabajan solas, si eres una persona irresponsable te la dejaran caer, si te sabes administrar y ser racional, cero problemas!!!!

Por cierto: Que Paul les compuso una cancion de dos lineas por que todos prendieron su celular, jaajaja.

Saludos Juanin!!!

Veggie Popper dijo...

Retro: de nada, gracias por ir conmigo al concierto :)

Porta: lo sé, pero en teoría, esa tarjeta seguía siendo usada de un modo u otro.

Uriel: yo también odio las tarjetas de crédito, y neta muuuchas, muuchas muchisisisisímas gracias por los buenos deseos y vibras que me envíaste, eres la onda.

Charro: chaaaaale :S
Y lo de la canción de dos líneas... pues estuvo divertido jeje.