miércoles, 18 de febrero de 2009

El erotismo como chiste satírico

(Éste lo escribí la noche de año nuevo, así que es de lo más reciente que tengo)

Comúnmente utilizamos la palabra “sádico” para referirnos a un individuo que disfruta causando el dolor ajeno, más específicamente, hablamos de un placer sexual. La excitación, el orgasmo a través de provocar sufrimiento, físico o psicológico.

Del mismo modo, atribuimos el término a la palabra “Sade”, nombre del marqués francés que desde la prisión escribió un sinnúmero de obras literarias (la mayoría perdidas gracias a las buenas conciencias de la época) cuyo hilo narrativo y común denominador son las aventuras sexuales, muchas veces infortunadas para una de las partes. Orgías, violaciones, azotes, esclavitud, marcas y todo tipo de abusos inundan la lírica sadiana. ¡Sí! ¡Erotismo puro, señoras y señores!

En su época, las obras del marqués de Sade fueron rechazadas por la puritana iglesia católica y demás huestes de la moral y las buenas costumbres, escandalizadas con cada nuevo relato del señor. Pero ante la adversidad, el hombre se ganó su paso a la inmortalidad y el respeto de millones de fanáticos de la pornografía (¡Sade fue el primer pornstar de la historia!) y de la literatura por igual.

Puedes leer Julieta o Filosofía de Tocador y masturbarte durante la lectura, o al finalizar ésta. La narrativa de Sade es tan fluida que con suma facilidad uno se encuentra inmerso en los sucesos, forma parte de ellos a pesar de lo absurdo y ridículo que parecieran a primera instancia.

He ahí el punto: ¡el absurdo, la fantasía! Por ello el éxito del buen marqués entre los amantes, si me dejan considerarlo. Nada mejor que fantasear: para eso son los chats, las películas pornográficas, los juguetes sexuales. Pero esa fantasía hiperviolenta (nota mental: “hiperviolencia”. La Naranja Mecánica es un refrito de Sade, Anthony Burgess es un pirata copión) e hipersexual (y de paso hiperactiva, hipervínculo, me rasco el culo) de Sade, me parece que tiene un significado más profundo. Sus más aferrados seguidores (me sumo y re-sumo en este grupo) lo consideran debido a esto un provocador. Me parece una postura vacía e incompleta.

Porque sí, yo lo considero también un provocador, pero de una manera completamente distinta.

Será mi insensibilidad ante el erotismo (seré un infeliz frígido, pensarán. Probablemente lo soy, pero no les incumbe) la que me hizo ver estos relatos bajo una óptica completamente distinta. Para mí Donatien Alphonse François es en realidad el comediante más brillante e incomprendido de los siglos XVII y XVIII. Tan incomprendido que a la fecha pocos (porque no creo ser el único ser humano que ha adoptado esta postura [¿qué postura? ¿la del misionero? ¿o de a perrito?]) han descubierto este bizarro sentido del humor. Y tengo mis argumentos para ello, déjenme mostrárselos (ahora hasta exhibicionista salí).

Ya mencioné con anterioridad la fantasía e inverosimilitud que reinan en la obra de este señor. Francamente no me trago eso de que dos tipos violan a una mujer (Justina) haciendo uso de vergas tan largas que chocan la una con la otra en el interior de la desdichada y tan duras que desgarran sus entrañas. Pero la eufórica y detallada manera en que lo narra Sade nos lleva de la mano y hace que disfrutemos el relato, con una sonrisa en la boca que al final de la escena se torna en cómplice carcajada. Igualmente, el que esa mujer (Justina) sea golpeada y explotada de brutales maneras durante 20 años de manera casi ininterrumpida y al final el narrador describa que “su cara sigue tan bella como cuando era una joven virgen” me suena a chiste, cuando me sorprende, ya no digamos que no tuviera el rostro lleno de marcas, con la nariz chueca y los ojos birolos, sino el simple hecho de que la señora siga viva. Díganme si esto no es risible, un absurdo y divertido chiste. Eso sin mencionar el compendio de “palabrotas” que usa durante sus narraciones, que lejos de parecerme sádicas y provocadoras de dolor, me hacen pensar en el léxico tepiteño que, no nos hagamos weyes, es en extremo hilarante.

Al final de esa historia, su hermana Julieta, una feliz, rica y poderosa libertina aprende su lección cuando ve a Justina morir partida por un rayo, al descubrir que la virtud es el único camino. Veamos: una mujer rica aprende que sufrir y ser pobre es mejor, porque te recompensa con una muerte estúpida y patética. Esto es una burla de la más culera mala leche y cuando lo leí estallé la mar de divertido.

Pero hay más mala leche en el libro que la propia Julieta protagoniza. En el clímax de esta novela se encuentra mi pasaje favorito de toda la obra sadiana: la opulente Julieta consigue una audiencia con el papa, en cuya compañía protagoniza un encuentro sexoso del tercer y cuarto tipo, culminando con una invocación a Satanás por parte del santo pene, digo, santo padre, al alcanzar el orgasmo. Juro que en pocas novelas he leído algo tan gracioso.

Por supuesto que esto es escandalizador (ah chingá, cuando escribí esta palabra creí que no existía, pero Word no me marcó error ortográfico) y antimoral, pero no por poner al papa como un cruel degenerado, sino más bien por ridiculizarlo a él y a su iglesia toda ante la paradoja de que durante una “misa” invoque al diablo: la hipocresía de un negocio. En el universo de Sade, hay dos tipos de sacerdotes: los peleles y los poderosos embaucadores. Eso es sátira pura, cualquiera puede notarlo. De la misma manera en que Rius critica al sionismo y José Agustín a la política mexicana, del mismo modo en que Monty Python y Lenny Bruce denunciaron la podredumbre de la cultura anglosajona, Sade critica a la estirada sociedad europea clerical de la edad moderna. Y esta manera es el humor, la sacrosanta burla. ¡Dios bendiga al humor!

Para ser sincero, y suponiendo que tengo una máquina del tiempo con la cual estoy viajando a la Francia de 1800, y convertirme así en un obispo francés, al leer este libro pensaría “mierda, este tipo nos está pegando duro con el negociito de Dios”; entonces lo censuraría, pero no lo censuraría “por cuestionar el poder y la autoridad de Dios todopoderoso”. No, si pongo al descubierto eso, la gente sabría que ésa es precisamente la debilidad que no quiero que me golpeen. Entonces, mejor lo censuraría con otro pretexto, para que la gente no se ponga a pensar “¿de veras Dios y la Iglesia son un fraude?”, sino en otras pendejaditas. Así, hago escándalo sobre la obra por su alto contenido sexual y las pobres ovejas (perdón, creyentes) enfocarán su atención en ello y no en el cuestionamiento y burla que hace Sade de nuestro Diosito Bimbo. De la misma manera en que el gobierno y los medios mexicanos hacen escándalos sobre el aborto o las uñas de Niurka para distraer al pueblo de los verdaderos problemas de nuestro país. Afortunadamente a Dios y los suyos, el gusto no les duró demasiado tiempo, pues Nietzsche llegó para quedarse y nadie pudo detenerlo.

Además, más huevos tenía el señor te-las-Poncho de Sade que muchos críticos de nuestra época, pues en lugar de usar un papa genérico como hacen las películas y novelas contemporáneas, Sade explícitamente indica el sujeto de quien se mofa: Pío VI, a quien Julieta incluso llama por su apellido civil, Braschi.

Otra crítica que hace Sade a la moral religiosa la tenemos en Filosofía de Tocador, la cual podemos resumir en que las leyes de la época en contra de la blasfemia son un sinsentido: no son necesarias si Dios no existe, y si es que existe, seguramente no le dará importancia a ataques insignificantes. Menos humor y más crítica, pero igualmente, las experiencias de la joven Eugenia ante las enseñanzas de Dolmancé y Madame de Saint-Ange rayan en lo gracioso por su inverosimilitud. Igual de directo, pero con mucho más irreverencia, es el Diálogo entre un Padre y un Moribundo, debate ficticio con un final de antología en que el sacerdote termina siendo convencido por el moribundo (cuando el objeto de dicho diálogo era justo el opuesto) de que Dios no existe y que una vida libertina y llena de pasiones y excesos es lo mejor que le puede pasar a uno. Divertido por su ironía, hay que echarle el ojo a este texto.

Por lo visto, el Marqués de Sade disfrutó burlándose de la hipocresía desde distintos niveles y no con la misma arma, como la historia nos ha querido enseñar durante casi 200 años. Brindo por una futura reivindicación de Donatien Alphonse François de Sade como el gran humorista negro que fue.

Es por ello que hay que leer entre líneas, los exhorto mis ¿fieles? Lectores, a que dejen de ver a un autor bajo la etiqueta del género al que supuestamente pertenece. Leamos pues, a Sade desde otro ángulo y riamos con él, que su legado tiene que ser redescubierto, y en una época en que todo está de la chingada, un par de risas no están de más. Cierto, podrán acusarme de tener la mente cerrada por no ver en don Alphonse al maestro del erotismo que todos ven en él, pero igual ustedes tienen la mente cerrada por no ver en él al maestro de la comedia que yo veo. Prometo que en cuanto tenga una experiencia sexual satisfactoria, releeré a Sade y les diré si terminé pensando en cosas cochinotas, crueles y despiadadas. Hasta entonces.


Agradecimientos ultraespeciales a Wikipedia, por decirme cómo se escribe el nombre completo del buen marqués y no cobrarme por ello.

Feliz año nuevo.

Acompaña este texto con leche. Todo con exceso, nada con medida.

Jonathan Vega Villarreal

2 comentarios:

Iván Quezada dijo...

Woow!!! El texto referente a Sade me parece genial (tómalo como halago aunque provenga de una persona sin criterio literario JAJAJA, hecho realmente notable al usar la palabra genial para criticar un texto JAJAJA), no, ya hablando en ¿serio? (bueno más formalmente), debo decir que realmente me parece interesante tu redacción, sin pretensiones y fluida, bastante amable a nosotros tus lectores ocasionales, no es que no tengamos el nivel para leer y discutir en un lenguaje más rebuscado (eso decimos todos), pero sinceramente da hueva JAJAJA, (bueno a mí si me da). Además para el contexto que manejaa (y el cual es ciertamente muy entretenido), está más que ad-hoc. Al respecto de los otros textos, diré que me agradaron bastante desde aquella primera vez que los leí en tu más que corrompido y prostituido Hi5 (según palabras tuyas, tal vez ese "más" estuvo de más JAJAJA), en fin así es esto. Sigue así mi buen John, que yo trataré de leerte cada vez que pueda, y claro comentarte también (en ese sentido no sé que tan ventajoso sea JAJAJA). Serás el reflejo de mis sueños nockeados por la huevonez, JAJAJA, pero bueno, sé que algún día se levantarán, bien, te dejo por ahora John. Que andes muy chido, sigue escribiendo que alguien más lo leerá JAJAJA, y claro yo.
Atentamente:
Iván Quezada

Anónimo dijo...

¿Osea que el libro vaquero o las maestras del colchón son inspiradas por el mismísimo marqués de Sade?

Si es así, me pregunto cuantos talleres mecánicos o albañiles se habrán dado cuenta de esto. Es como tragar cabiar y pensar que son frijoles! joder, me encanta tu blog!

- Jaime El_porta!!