miércoles, 25 de febrero de 2009

Nanashima

Aquéllos que vivieron su juventud en los años 1940’s o 50’s pueden presumir que disfrutaron la era de oro del cine mexicano, quienes vivieron en los 60’s y 70’s se jactan de ser parte de lo que muchos consideran la mejor época del rock. Después vino la generación X, llamada así por lo intrascendente que se le considera. Lo único que nos legó fue a Kurt Cobain y el pobre está por cumplir 15 años de muerto; la generación que le sigue, la mía, también es considerada como una carente de identidad mediante algún medio de expresión afín a su época. Pero no es cierto. Mi generación, puedo decir con orgullo, tiene los videojuegos. Y como el cine y la música, los juegos han pasado de ser un entretenimiento a un arte y finalmente a una industria establecida y de ganancias multimillonarias. Y, así como muchos consideran que éstos o aquéllos fueron los mejores días del cine o de la música, millones de personas atesoramos los momentos vividos a finales de la década de 1980 y la primera mitad de los 90’s, la llamada era de los 16-Bit, como lo mejor que la industria del videojuego nos ha legado.

Existen montones de argumentos a favor y en contra de esta afirmación. Y yo la apoyo. Pero mi propósito actual no es crear una tesis sobre dichos argumentos. Sólo me enfocaré, por ahora en uno, la música.

Durante los 80’s y a principios de los 90’s, el temprano avance de la tecnología videojueguil no daba mucho para trabajar la cuestión superficial (me refiero al apartado audiovisual) de los juegos. Componer una melodía para un videojuego era una ardua tarea para los músicos, quienes tenían que arreglárselas con una limitada variedad de beeps para crear los temas sonoros. Y aun así, lo que hicieron en esos tiempos Koji Kondo (of all names) o Nobuo Uematsu, por mencionar a los nombres más cotizados del medio, fue simplemente memorable. Hace 15 años, cualquiera podía tararear el tema del primer nivel de Super Mario Bros. y no sólo eso, recordar además el “arreglo” original compuesto por simples zumbidos electrónicos. Hoy día, en juegos recientes protagonizados por el plomero gordinflón (ese cuate es otro rollo, de él también podemos escribir libros y libros discutiendo su papel en todo esto) escuchamos con toda naturalidad el mismo tema o variantes de él en versiones orquestadas o incluso podemos ver quienes se atreven (con admirable éxito, debo reconocer) a subir videos en youtube en los que interpretan dicha melodía con guitarras eléctricas. Y aunque se oye impecable, nada es como la magia original que hace 20 años sentimos (porque yo jugué Super Mario Bros. antes de leer).

Por ahí incluso hay quienes etiquetan a estas viejas melodías como “música de 8 bits” o “música de videojuegos” como si de un nuevo género musical se tratasen. Hasta existen bandas, como los inefables Mini Bosses, dedicadas a interpretar melodías de videojuegos tratando de imitar lo más cercanamente posible el sonido original. Durante una década disfrutamos de esta maravillosa escuela musical. Todavía en los años 90’s, el Super NES y el Sega Mega Drive (conocido en América como Genesis), aunque poseían una mejor calidad de audio y contaban con chips diseñados específicamente para música, seguían sonando como máquinas. Simplemente el catálogo de beeps para elegir al momento de crear las tonadas era más amplio; era como si hubiera pasado de ser un pequeño conjunto a una big band, pero que conservaba la esencia de su estilo. No obstante, como todo lo bueno, tuvo que terminar algún día.

¿Qué sucedió? Sencillo. La tecnología avanzó, y con la llegada de las consolas de 32-Bit, que trabajaban con CD-ROM’s, con las ventajas que el sonido digital y el gran espacio de almacenamiento de datos acarrean. Desde entonces la música de los videojuegos se compone de archivos MP3 creados previamente y digitalizados al CD. Punto final. Música convencional. Es decir, desde 1995 la música de los videojuegos es como la de cualquier película de nuestros días: flamante rock and roll y géneros afines (ya se sabe: electrónica, punk, metal, dependiendo del tipo de juego); ocasionalmente algunos RPG’s incluyen música orquestada con ensambles vocales, pero hasta ahí. Me encanta el rock, amo al música clásica y todo lo demás, y no puedo negar que los videojuegos suenan grandiosos, pero mi punto (y el core de este escrito) es que nada hay en la música de estos juegos que la distinga de lo que encontramos en MTV o en los anaqueles de cualquier Mix Up. La música de videojuegos como género musical ya no existe, y eso es muy lamentable. Existen claro, intentos de imitación como el Nintendocore o actos tributo (si tenemos montones de bandas tributo a Queen, a los Beatles o a los Doors, ¿por qué no bandas tributo a la música de los viejos juegos?) como los ya mencionados Mini Bosses, pero ya no hay nada original. Y eso me pesa mucho.

Dadas las limitaciones que la tecnología enfrentaba a los viejos compositores, ya que sólo podían crear música instrumental, y que ésta se repetiría incesantemente mientras el jugador continuara en el mismo nivel, los músicos se encontraban con el reto de crear “canciones” que fueran variantes, a diferencia de la música rock y otros géneros populares contemporáneos en los que un riff domina la canción y se repite casi todo el tiempo. Así, las melodías usadas en juegos eran como sinfonías de bolsillo (lo siento, me robé el término de Brian Wilson y sus Good Vibrations, pero aplica. Además el viejo sabe que lo amo). Y díganme, ¿quién en la música popular contemporánea vive de piezas instrumentales? ¿Quién crea canciones con variaciones en una misma pieza? Quizás los músicos del progresivo, pero nada más. Por ello es que la música de los antiguos videojuegos era mucho más novedosa no sólo que la de juegos modernos, sino incluso me parece más interesante y propositiva de lo que Coldplay o los Arctic Monkeys nos ofrecen hoy. No en balde la mitad de la música en mi teléfono celular proviene de juegos y se compone de ruidos electrónicos que mi hermana aborrece cada que subo el volumen al máximo.

Es por ello que inicio una campaña de rescate a favor de esta música. Quiero mi música de 8 bits de vuelta. ¿Quién se une?

El título de este texto, Nanashima, es el nombre de una melodía de un juego de Game Boy que desde hace unas semanas escucho unas 5 veces al día, y que fue la que me inspiró a escribir esto cuando yo lo que quería era escribir algo que homenajeara a George Harrison en su cumpleaños número 66. Echémosle la culpa a un simple giro del destino.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Alegrate de que aún no haya reggeton en los vidiojuegos!

Yo me uno a tu campaña, rescatemos a aquellos sonidos monofónicos y uno que otro MIDI!

Anónimo dijo...

JOhn que bueno es tenerte en la comunidad Blogger porfa pasa al mio tmb no? te quiero mucho JOHN!!

Chos dijo...

En cuanto a la irrefutable excelencia de lo que el MIDI fue en su momento, no discuto. Pero hay aún en día buenos ejemplos de "inventiva" de música del género: Final Fantasy (no te metas con mi saga favorita, jeje), God of War, inclusive Medal of Honor (instrumental y repetitivo, pero te adentra en el meollo de lo que se debió sentir en la 2da Guerra Mundial). Aún asi, si de homenajes es de lo que estas sediento, checa esto: http://www.ocremix.org/
De seguro no te arrepentirás. Saludos y sigue asi.