viernes, 2 de octubre de 2009

Llamado a la buena música (Parte I)


Mi primera entrada en este blog fue un muy bonito pensamiento sobre los Beatles (digo bonito por el texto en sí y por las puertas que me abrió) , en el que al final prometí una secuela sobre The Clash. Ha pasado más de un año desde entonces y nada de nada. Pero no hay plazo que no se cumpla, necesito sacar el texto este año, pues es el 30 aniversario de su obra maestra, London Calling (ya sé que también The Wall cumplió 30 años, pero de ése ya todo mundo habló, y ademas ni siquiera es el disco que más me gusta de Pink Floyd), uno de mis discos favoritos de toda la vida.

¿Y qué hace a London Calling tan especial? Quizás el hecho de que es un album punk que no es punk. Me explico: el grupo conformado por Joe Strummer, Mick Jones, Paul Simonon y Topper Headon (entre otros) ha sido eternamente visto como una banda punk dado el contexto temporal, espacial y social del que proviene (la clase baja del Reino Unido de finales de los años 70's, cuando la música punk era lo más in entre los intelectuales y los roqueros), sin embargo, aunque su actitud irreverente y sus guitarras rápidas y distorsionadas definitivamente los vinculan con tal género, su espectro sonoro y estilístico fue siempre mucho más amplio que las canciones de tres acordes que los infames (lo lamento, pero no me gustan y se me hacen sosos) Ramones, sus contrapartes americanos, interpretaban.

Coctail de estilos
Ya desde su debut epónimo dieron signos de esta madurez al entregarnos un trabajo que incorporaba a su paleta toques de reggae, como resultado de su experiencia actuando en antros en los que se tocaba este pacheco género. Finalmente el reggae es también una música de oposición al sistema (¡RE-SIS-TEN-CIA!), por lo que en su esencia, no se aleja en nada del movimiento punk, aspecto en que pocos artistas han reparado durante todo este tiempo. Pero los de The Clash se pusieron vivos y congeniaron excelentemente con los rastas británicos, quienes los recibieron con los brazos -y la mente- abiertos. Y con canciones como Janie Jones, Remote Control y Career Oportunities, cómo no iban a ser un éxito.

Su segundo trabajo, Give 'em Enough Rope, agregaba además toques de rock pesado, en particular del heavy metal, gracias a la mano de Sandy Pearlman, productor del álbum quien había trabajado antes con Blue Öyster Cult. Fruto de esta colaboración son temas como Tomy Gun, English Civil War, All the Young Punks (New Boots and Contracts) y mi favorita, Julie's Been Working for the Drug Squad. Una vez más, el álbum fue elogiado universalmente; críticos y público por igual se rindieron ante la música de estos músicos de Londres.

Con antecedentes como estos, la banda había demostrado que la simpleza musical característica de los punks no encajaba con ellos, que llegarían más lejos de lo que una etiqueta les dejara.

Pero fue su tercer trabajo con el que The Clash se consagró. London Calling incorpora -a veces en una misma canción- estilos tan disímbolos como el punk, el ragaee, el ska, el pop y hasta el rockabilly y el soul y, cosa poco común en un grupo de punks, inclusive hay un par de versiones a otros artistas. Desde los Beatles la música popular no había visto tan diversa mezcla de géneros en una misma obra. Diecinueve temas repartidos en dos discos de larga duración que se vendían al precio de uno. Pocas veces hemos visto que el dinero de uno valga tanto.

Los odiosos Cadillacs
Y así, el álbum arranca con la canción que le da nombre, quizá la más famosa de toda la banda (hasta Bob Dylan la ha cantado). Apenas presiona uno Play, una ráfaga de acordes nos asalta tempestuosamente. Pero la fuerza del riff inicial, así como de toda la canción, más que en la velocidad (que de hecho es una canción lenta para el género) está en el sonido seco y áspero tanto de la lira de Strummer como de su voz rasposa que grita con profunda ironía: "No tengo miedo, porque Londres se está inundando y yo vivo junto al río"; Strummer insulta a la Beatlemanía, a las autoridades de su país y se burla del accidente con el reactor nuclear de la Isla Three Mile, ocurrido en marzo de aquel año, mientras carraspea imitando algo que no sabemos si es una sirena de policía o un gallo emitiendo su cántico mañanero.

De ahí pasamos a una canción más acelerada, completamente punk... que al mismo tiempo huele mucho a rockabilly. Se trata de un cover a Brand New Cadillac de Vince Taylor and the Playboys; y no es cualquier cover: lejos de la fácil ruta de interpretar el éxito famoso, se fueron por un oscuro lado B, un blues de 12 barras que The Clash catapultó a la fama (a partir de entonces la canción ha sido tocada por montones de actos). Una vez más, escuchamos a Joe Strummer gimoteando como sólo él sabía hacer, al ritmo de una melodía que nos invita a mover el bote y divertirnos como en los viejos 50's.



Ya que andamos de paseo por el la música tradicional de los Estados Unidos, el rockabilly nos lleva al swing jazzeado de Jimy Jazz, que con una letra simple y al mismo tiempo confusa relata (al menos eso interpreto yo) la persecución y encubrimiento del sujeto titular de la canción. La primera pieza curiosa de tan célebre álbum.

Una vez bien metidos en la atmósfera del disco, podemos continuar con Hateful, en la que el ska y el rockpop hacen una excelente mancuerna gracias a las armonías vocales que imperan durante el coro en lo que parece una discusión con uno mismo como resultado de la soledad. La melodía es a ratos pegajosa, a ratos molesta. Un track realmente odioso.

Rudie Can't Fail continúa el viaje por la música jamaiquina iniciado en la canción anterior. Aquí el reggae busca hacer de las suyas, sin embargo no lo consigue del todo convirtiéndose en una de las composiciones menos afortunadas del álbum. Pero igual se salva, porque en London Calling no hay un solo acorde desperdiciado. Es solo que después de las cuatro canciones anteriores, y con lo que falta por venir, podríamos impacientarnos por darle vuelta al vinilo, que aquí es donde termina el lado 1.

Una oda a García Lorca
La cosa se pone muy, pero muy buena una vez que iniciamos el segundo lado del álbum. Spanish Bombs es sin dificultades la canción más pegajosa del disco, si no es que de toda la obra clashiana. Y a pesar de su sonido ultracomercial (si no fuera tan buena diría que es happy punk), la canción no se vende. No. Es un homenaje a los caídos en la cruenta guerra civil española de cuatro décadas atrás, mención a Federico García Lorca incluida. Simpatiquísimo el horrible español ("Yo te qüero i-finito") que ni a portugués chafa llega.



Podríamos repetir la canción una y otra vez y jamás nos cansaríamos. Lamentablemente, de hacerlo nos quedaríamos sin escuchar trece maravillosas canciones que todavía hacen falta por recorrer en este viaje punketo.

Aprovechando la mención a eventos reales, la tragedia del actor Montgomery Clift, quien viera su carrera arruinada tras un accidente automovilístico que le dejó el rostro, lleno de horrendas cicatrices (porque en Hollywood si no eres guapo no sirves) es el centro de atención en The Right Profile ("Everybody says 'what's he like?')/Then everybody says 'He sure looks funny'/That's Montgomery Clift, honey!"), otra muestra de la poderosa y siempre iracunda voz de Joe Strummer (escúchese sus berridos del final).

Le sigue un rock crudo y directo que al mismo tiempo se acerca a ser balada, con un sonido plenamente setentero que nos remite a la escena glam de cinco años atrás. Es Lost in the Supermarket y Joe Strummer deja descansar su ronco pecho para dar paso a Mick Jones, quien con una voz más bien suave y definitivamente más armoniosa, nos relata la difícil vida del adolescente alienado en un mundo consumista donde hasta la identidad puede comprarse en el mercado: "I came in here for that special offer -a guaranteed personality".

Clampdown es una pieza polémica en sí misma, dada su letra que hace alusión al nazismo; en realidad se trata de una protesta contra todo tipo de represión, sea cual sea su procedencia. Musicalmente, es quizá la canción más simple del álbum, un sencillo rock que se salva de la normalidad gracias a su genial melodía y a la calidad de las voces. Una obra meastra interpretativamente hablando.

Guns of Brixton posee el gran mérito de ser la primera canción de la banda no escrita por Joe Strummer y/o Mick Jones. Paul Simonon, bajista de la agrupación (el mismo sujeto que adorna la cubierta del álbum que lo muestra momentos antes de despedazar su instrumento durante una actuación real) es el autor y vocalista de esta negra canción. Un pastoso reggae completamente anarquista sobre el descontento en las calles de Brixton, ciudad de la que Simonon es nativo.



Aquí termina el primer disco original del álbum. Los que lo hayan escuchado en vinil debieron hacer una pausa en este punto para cambiar el plato en el tornamesa (en CD, todo viene en una misma placa). Y nosotros también nos detendremos para descansar un poco antes de continuar con esta reseña.

3 comentarios:

Jaime (el porta!) dijo...

Oh maldición, me he quedado picado!

Anónimo dijo...

:D porque la música no sólo es música si ya salió jajaja te quiero mucho JOhn!

The retro girl dijo...

the clash...

wow!!!

London calling es clásica... la letra es genial.
Realmente no soy fan fan de ellos, pero no cabe duda de que son un ejemplo de lo que gente con talento es capaz de hacer.

Spanish bombs.... jejeje.... excelente